Mensaje dado el 17 de marzo en Bruselas, durante un evento de líderes cooperativos convocado por Coopertives Europe (región europea de la ACI) para discutir desafíos y soluciones de cara al 2030:

«Es un placer estar aquí, una vez, en el epicentro de este continente con tanta historia, tanto presente y tanto futuro…

De esto último venimos a hablar, en cierta medida. De cuál futuro nos depara el actual escenario, por eso debemos anclarnos fundamentalmente en el análisis del presente.

Ustedes, líderes de organizaciones que viven día a día el acontecer económico, social y político de la región y de cada uno de sus países, conocen mejor que nadie de cada territorio.

Nuestra ventaja diferencial como dirigentes cooperativistas es, precisamente, el feedback permanente con los asociados de nuestras organizaciones, quienes adquieren productos y servicios, generan proyectos y controlan sus medios de vida gracias a la organización asociativa.

En ese devenir, es imposible permanecer ajenos a las tensiones, problemáticas y oportunidades que existen en nuestras comunidades. 

Por eso me parece realmente trascendentes las convocatorias como esta que hace nuestra organización de integración de los miembros de la Alianza Cooperativa Internacional en Europa.

Gracias y felicitaciones Petar y a todo el Board de Cooperatives Europe por invitarnos a pensar, dialogar y ejecutar miradas y propuestas que hagan efectivo el posicionamiento protagónico del modelo cooperativo en los próximos 5 años.

Me gustaría citar a un compatriota, que seguramente ustedes conocen y que vive en Roma.

Señaló más de una vez el Papa Francisco la importancia de cuatro principios para ver y actuar desde las organizaciones: el primero es que la realidad es superior a la idea. 

Nosotros tenemos una doctrina consolidada, no hace falta decirlo.

Hace casi dos siglos se forjó un tipo de empresa basada en valores y principios, que puso a las personas y al ambiente en el centro de la escena y guio la economía hacia el bien común. 

Pero lo transformador no es la doctrina en sí, sino el impacto de esos principios puestos en acción. 

Todos los días podemos demostrar cómo y por qué este modelo resuelve de manera económicamente eficiente y socialmente responsable las demandas emergentes de nuestras familias, vecinos y conciudadanos. 

Los cooperativistas somos hombres y mujeres orgullosos de nuestra identidad, pero sobre todo somos hombres y mujeres de acción. Nos gusta más hacer que decir, emprender que deliberar. 

Sin ese principio, es imposible superar los desafíos que tenemos para consolidar nuestro modelo a escala global.

Los otros tres principios, solo para compartirlos: el todo es superior a la suma de las partes; la unidad es superior a las diferencias y el tiempo es superior al espacio. 

¿Cómo interpreto yo, humildemente, estas consignas que alguna vez escuché decir a Su Santidad? De manera tal que las cooperativas sean el mejor instrumento para integrar a la diversidad del género humano en proyectos comunes, tendiendo puentes, distribuyendo oportunidades de manera equitativa, y respetando a su vez la idiosincrasia de cada pueblo, de cada nación, de cada individuo, para converger finalmente en proyectos colectivos donde nadie quede afuera y donde nadie quede atrás.

Y esto requiere inexorablemente mirar juntos hacia adelante, desde nuestras organizaciones de integración, que es donde podemos pensar, intercambiar y decidir en conjunto cómo y hacia dónde vamos a caminar. 

Una vez más, el trabajo de Cooperatives Europe en particular y de la ACI en general con todas sus regiones y sectores trabajando mancomunadamente, vienen a ser el motor de este proyecto colectivo, que debemos transitar abriendo por supuesto los brazos a las nuevas generaciones y a los segmentos más desfavorecidos de nuestras comunidades.

Ahora bien, no somos ambulancias que recogemos los heridos que dejan otros modelos sociales y económicos. 

Tampoco somos la rueda de auxilio de ningún proyecto político, por más bien intencionado que se presente. 

Somos la mayor red global de empresas hermanadas por una identidad que venimos construyendo desde hace muchísimas décadas, atravesando todo tipo de catástrofes y desarrollándonos desde la base de cada comunidad. En otras palabras, crecemos desde el pie y tenemos los pies en el territorio.

Así, hemos conformado una familia de más de mil millones de miembros asociados a tres millones de cooperativas en todos los continentes. 

Cooperativas de los más diversos tamaños, trayectorias, formatos y sectores de actividad expresan la potencia de este movimiento social y económico único en la historia. 

De esa responsabilidad somos portadores. Desde ahí nos paramos para decir que las cooperativas construyen un mundo mejor cada día.

En efecto, el Año Internacional de las Cooperativas proclamado por las Naciones Unidas no solo es un motivo de celebración, es una oportunidad de aumentar la incidencia hacia los poderes públicos de cada país y los organismos supranacionales.

Es claro, a esta altura del siglo XXI, que no hay manera de reducir las brechas existentes y de neutralizar las inquietantes amenazas que acontecen sobre la humanidad si no es reubicando las raíces de la economía en las personas y las comunidades. 

Y esto requiere instrumentos concretos de realización, que tengan una doctrina superadora y que a su vez estén encarnados, como decía antes, en la cultura de cada uno de nuestros pueblos. 

No conozco, honestamente, otro instrumento que tenga esas virtudes que no sea la empresa cooperativa.

Por eso es hora de posicionarnos firmemente en los escenarios regionales y en el escenario global, atendiendo que el ecosistema internacional globalizador surgido tras la caída del muro está roto y que nuevas visiones expansionistas acechan en distintos lugares del mundo. 

Amigos y amigas, el ecosistema cooperativo aglutina, integra y representa la unidad en la diversidad de los pueblos del mundo, mostrando un camino alternativo al estatismo y el mercantilismo absolutos. 

Somos la expresión más cabal de la comunidad organizada para resolver sus necesidades controlando sus propios medios de vida.

Somos la voz de quienes no tienen voz en los grandes escenarios donde se deciden las políticas nacionales y supranacionales. Hablemos por ellos. Hablemos por nosotros.

Y, sobre todo, pongamos en acción cada vez más nuestros principios para extender profundamente las raíces en nuestros territorios. 

Día a día, nuevas demandas emergen en nuestras comunidades. Demos participación a los asociados para que las expresen, construyendo la agenda internacional de abajo hacia arriba, de la periferia al centro.

Dando, como siempre hemos hecho, respuestas locales a los desafíos globales.

En ese sentido, ya para ir finalizando, tengamos cuidado a la hora de adoptar las incesantes innovaciones que surgen a nuestro alrededor.

No nos satisface incorporar la IA a nuestra gestión si no es para servir mejor a nuestros asociados y practicar de manera más fiel nuestros principios. 

No nos sirve gestionar software, infraestructura y big data si no es desde una matriz que respete a las personas y consolide los procesos asociativos.

No queremos crear fintech para facilitar transacciones solamente. Al objetivo de la inclusión financiera debemos añadir otro más importante: el de la democratización del sistema financiero.

No nos sirven apps para generar más fuentes laborales si no es sobre la base del trabajo decente, asociativo y equitativo. 

Recordemos, por último, que la empresa cooperativa es la mayor innovación social de la era moderna, y sigue más vigente que nunca precisamente porque es capaz de anclar las transformaciones de cada época en las necesidades reales de las personas y las comunidades. 

Esto es lo que, en el fondo, reconocen tanto las Naciones Unidas como la OIT, la FAO, la Unesco y organismos regionales como la Unión Europea o la OEA, con los cuales la ACI y sus regiones mantienen alianzas estratégicas y los cuales han emitido diversas declaraciones y resoluciones en los últimos años ponderando al cooperativismo y la economía social como el vehículo más directo hacia un futuro sostenible.

Pero para construir ese futuro que queremos y que nos merecemos debemos seguir en movimiento, seguir integrándonos y formando redes de colaboración y de acción en todos los ámbitos: comercial, institucional, formativo… 

Juntos, vamos a lograr que este motor transformador de nuestras vidas y la de nuestros vecinos que es el cooperativismo sea definitivamente la llave que abra las puertas de un mundo más justo, más solidario y en paz.»