Mensaje a más de 600 cooperativistas y mutualistas reunidos en el Foro Valor Argentino, realizado en Buenos Aires el 30 de agosto.

«Quiero traerles mi testimonio, el testimonio de un argentino al que le ha tocado presidir desde el año 2017 la Alianza Cooperativa Internacional, la institución que cúpula del cooperativismo a nivel mundial.

Quisiera compartir con ustedes el orgullo que siento y que creo que todos debiéramos sentir por nuestro movimiento cooperativo y por nuestro movimiento mutual. El mundo tiene un gran interés y un gran respeto por nuestra experiencia.

Los cooperativistas de los cinco continentes no me eligieron como presidente simplemente por mis cualidades personales. Me eligieron porque represento al cooperativismo argentino. 

¿Y saben por qué este interés, este respeto por nuestra experiencia? Porque somos el cooperativismo más diversificado del mundo. Hay muchos países, la mayoría, que tienen cooperativas. Pero ninguno tiene la diversidad que tenemos acá. 

Nuestras cooperativas construyen viviendas, distribuyen electricidad y gas, proveen agua y proveen servicios de telefonía, internet e incluso estamos haciendo las primeras experiencias en telefonía móvil. Nuestras cooperativas gestionan escuelas y también fábricas. Recuperan empresas donde otros fracasaron. Gestionan radios, diarios, redes de televisión por cable y tienen canales propios. 

Nuestras cooperativas defienden, comercializan, industrializan y exportan desde puertos propios el trabajo de sus pequeños y medianos productores asociados. Y también aseguran cosechas, viviendas, autos y vidas. Nuestras cooperativas distribuyen y producen medicamentos, organizan servicios de salud y cuidan a nuestros niños y nuestros mayores. 

Nuestras cooperativas reciclan residuos y también producen software libre a partir de la organización democrática y libre de sus programadores asociados. Nuestras cooperativas financian a las pymes dentro y fuera del sistema bancario. Gestionan cadenas de supermercados para defender a los consumidores y organizan redes de producción y consumo de alimentos sanos. 

Este saber hacer, tan diversificado y tan presente en todo el territorio nacional, es un capital social enorme, que no puede ser ignorado ni desaprovechado por la política. De esto se trata este Foro. De poner este capital social en diálogo con todos los actores de la política y de la economía. Este es un capital social que, además, nos hace parte de la mayor Red Global de empresas basadas en Principios y Valores.

En el mundo hay aproximadamente tres millones de cooperativas, con más de 1200 millones de asociados. Si queremos insertarnos en el mundo, desde un lugar de compromiso con el Desarrollo Sostenible, la democracia y la igualdad, entonces no podemos desaprovechar el reconocimiento global que nos hemos ganado. 

Debemos valorar todo lo que hemos hecho, y ponerlo en diálogo con los hombres y mujeres que comparten nuestros valores en el resto del mundo. 

¿Y qué es lo que piensan esos hombres y mujeres que sostienen las tres millones de cooperativas que existen en el mundo?

Algo tan simple como profundo: el motor de la economía debe ser la cooperación con el otro para solucionar los problemas comunes, y no la competencia con el otro al servicio del interés individual. Y creen otra cosa, también simple y profunda: la democracia no sólo sirve para construir economía, es el mejor camino para poner la economía al servicio de nuestras familias y nuestras comunidades. Y no creen, no creemos esto, sólo por una convicción moral.

Lo creemos desde una visión práctica de la vida. Creemos que es lo más eficiente para satisfacer nuestras necesidades y cumplir con nuestras aspiraciones. Por ejemplo, en el caso de las viviendas. No creemos que el modelo de desarrolladores inmobiliarios que especulan con la propiedad de la tierra y lucran con la necesidad de vivienda de nuestras comunidades sea la mejor forma de lograr el acceso de nuestras familias a un techo. 

Preferimos garantizar el acceso a la tierra a nuestras familias, movilizar nuestros ahorros, consensuar democráticamente qué barrio queremos, definir nosotros cómo cuidaremos el ambiente y la calidad de nuestra vida. Y para eso confiamos en nuestras cooperativas y mutuales de vivienda. Porque son más justas, más democráticas y fundamentalmente más eficientes que los que vienen a especular con nuestras necesidades.

Si hablamos del sistema agroalimentario, preferimos a los productores y consumidores organizados en defensa de su economía y de su salud. Queremos una cadena agroalimentaria con amplia participación de nuestros productores y nuestros trabajadores, porque esa es la mejor manera de que los beneficios se queden en el territorio, porque están comprometidos con los territorios.

Queremos también, consumidores que organizan sus propias empresas de distribución minorista, para decidir en diálogo con los productores también cooperativizados y con las pymes locales, cuáles son los mejores alimentos, cuáles cuidan mejor nuestra salud, y cómo los producimos para cuidar nuestro ambiente, para cuidar la calidad de nuestro trabajo. Eso es más justo, más democrático y más eficiente. 

No creemos que sea razonable confiar la calidad de los alimentos, y la protección de nuestra salud y el ambiente, a un puñado de multinacionales, cuyo único interés es el lucro, sin importar qué alimento ultra procesado ponen en el estómago de nuestros hijos.Si hablamos del sistema financiero, queremos bancos y cooperativas de ahorro y crédito gestionados democráticamente por la comunidad. 

Queremos que nuestros ahorros financien proyectos de desarrollo local, que financien a nuestras empresas, a nuestros vecinos. No nos da lo mismo si nuestros ahorros financian la producción o la especulación. No nos da lo mismo si financian a nuestros vecinos, a nuestras empresas, que si financian la fuga de capitales. 

En síntesis, nuestra convicción más profunda es que si queremos una sociedad democrática, solidaria, comprometida con cada comunidad, comprometida en la defensa del ambiente y comprometida con su país, entonces debemos apostar a los modelos empresarios que son compatibles con esos objetivos. 

No podemos organizar nuestras empresas en base al individualismo, la concentración económica, la especulación, la extranjerización, la explotación de las personas y de la naturaleza, y pretender después tener una sociedad democrática, sostenible e inclusiva. Y así como no nos da lo mismo cualquier tipo de empresa, tampoco nos puede dar lo mismo cualquier tipo de Estado. 

Volvamos al tema de la vivienda y el hábitat. Las cooperativas solas no pueden. Necesitamos un Estado comprometido con el desarrollo sostenible del hábitat. Necesitamos un Estado que garantice el acceso a la tierra para que sea posible el desarrollo de nuestros modelos participativos y eficientes. 

Necesitamos un Estado que combata la especulación inmobiliaria y que promueva el desarrollo urbano de las pequeñas y medianas localidades de nuestro país. No es lo mismo un Estado socio en la construcción de mega edificios en los grandes centros urbanos, producto de la especulación financiera e inmobiliaria, que un Estado que facilita el acceso a la tierra y al financiamiento para el desarrollo de nuestras pequeñas y medianas localidades. 

Tampoco nos da los mismo cualquier Estado en el ámbito de las finanzas. Necesitamos un Estado que acompañe el desarrollo de una banca cooperativa, pública, municipal o de capitales mixtos, que tenga efectivo compromiso con nuestro desarrollo, que nos permita recuperar la soberanía sobre nuestros ahorros, que sea capaz de evitar la fuga de capitales, para que esos capitales se orienten al desarrollo sostenible. 

Queremos un Banco Central activo, que controle los capitales especulativos, que acompañe las políticas de desarrollo, las políticas públicas orientadas a la generación de trabajo y riqueza en nuestro país. No nos da lo mismo cualquier moneda. Queremos un Estado capaz de defender la moneda nacional. 

Si para comprar un terreno o una casa, fabricada con insumos y trabajo argentino necesitamos papeles impresos en un país extranjero, entonces no hay autonomía. Y si no hay autonomía será muy difícil poner la economía al servicio de nuestros trabajadores, productores y consumidores como queremos los cooperativistas. 

Los cooperativistas queremos democracia económica, y esto empieza por reglas de juego que permitan el desarrollo de nuevas empresas, que rompan los monopolios que en estos días nos están mostrando su capacidad para imponer precios abusivos. Los cooperativistas creemos que la mejor forma de garantizar servicios de calidad, es garantizando la organización y participación de los usuarios.

Y esto está en las antípodas de los monopolios. Queremos un Estado que apueste por las cooperativas, las mutuales y los inversores locales para promover la transformación energética, el acceso al agua y a los servicios de comunicación de última generación. 

Un Estado que apueste a la movilización de los recursos locales, y no a los cantos de sirena de grandes capitales sin compromiso con nuestro territorio y nuestra comunidad. La economía de plataforma ha desembarcado estruendosamente en nuestro país. Y lo ha hecho de la mano de un modelo concentrado, extranjerizado y profundamente vinculado al capital financiero internacional concentrado. 

Hoy, por ejemplo, para el servicio de entrega domiciliaria estamos confiando en plataformas que se llevan nuestras divisas y rompen los lazos sociales entre vecinos, además de precarizar el trabajo. La mayoría de las herramientas de las Fintech, nos están incluyendo como usuarios pasivos de un sistema que nos manipula. 

Los cooperativistas creemos que la respuesta a esto es poner las plataformas en mano de sus usuarios y trabajadores. Pero ¿Alguien cree que esto será posible, que será posible desplazar al modelo concentrador y antidemocrático de la economía de plataforma hegemónica, sin un Estado profundamente comprometido con los intereses nacionales, en diálogo con nuestros pueblos hermanos? ¿Alguien puede creer, sinceramente, que la libre competencia entre estas empresas globales va a tener un mínimo de interés en las necesidades y aspiraciones de nuestros pueblos?

Estamos frente a un escenario de grandes decisiones estratégicas. La transformación energética y el litio como insumo estratégico. Las plataformas y el soporte técnico de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la restructuración de las cadenas de valor de la energía y de los alimentos en el marco de las consecuencias de la guerra en Ucrania y de la reconfiguración que esto implicará en términos geopolíticos.

La preocupante reducción de las reservas de las principales cuencas acuíferas en el mundo ¿Alguien puede creer, en su sano juicio, que estas decisiones pueden recaer en la libre competencia, que el mercado y el afán de lucro de grandes inversores, espontáneamente, nos va a resolver estos problemas? ¿Que podemos enfrentar estos desafíos geopolíticos con un Estado ausente y sin recursos? ¿Que podemos hacerlo sin acuerdos políticos profundos con el resto de los países de la región?

Definitivamente no. Ninguno de estos desafíos podrá salir airoso sin un Estado fuerte, comprometido con el desarrollo nacional. Los cooperativistas creemos en la economía construida en forma solidaria y desde nuestras comunidades. Y eso nos hace profundamente federales. 

No hay federalismo si no hay igualdad de oportunidades. Pero para eso necesitamos un Estado que compense las asimetrías que provoca la concentración económica. Necesitamos un Estado que garantice buenas rutas, buena conexión ferroviaria, fluvial y aérea en todo el territorio. No hay federalismo en un país desconectado. No hay equilibro territorial en un país desconectado. Y esto es una responsabilidad pública. 

Queremos también un Estado que garantice el derecho a trabajar. A trabajar como empleados, como trabajadores autónomos o como trabajadores asociados. Y no hablo sólo de la libertad de trabajo, sino del derecho a contar con las condiciones necesarias para acceder a un trabajo digno y protegido. De eso se trata el artículo 14 bis de nuestra Constitución.

Necesitamos que, si un grupo de trabajadores se asocia, y apuesta a la ayuda mutua para generar trabajo, haya un Estado que garantice el financiamiento de su proyecto. Los cooperativistas estamos absolutamente comprometidos con la transformación de la sociedad. Y yo estoy absolutamente convencido que no hay nada más transformador que cumplir con los Acuerdos Internacionales. 

Por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, dice que: “Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualquier otro medio de protección social”.

Lo que dice es que todas las personas tienen derecho a un salario digno, y que si el mercado no lo garantiza, vuelvo a leer, la remuneración debe ser completada por la protección social. Esto se acordó en 1948. Es parte de los grandes acuerdos globales que aprobaron nuestros padres y nuestros abuelos luego de dos guerras mundiales que casi destruyeron nuestra civilización. 

La política de reconocimiento de derechos no es un invento del populismo. Es lo acordado en 1948 como fundamento para la construcción de un mundo en paz. En 1966 Naciones Unidas aprobó el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En nuestro país tiene rango constitucional desde 1994. Cada artículo de ese Pacto implica el reconocimiento de un Derecho y la imposición de una obligación al Estado que ha adherido a este Pacto. 

Por ejemplo, en el tema de la Educación. Señala que “la enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita”.

Es decir, la enseñanza universitaria gratuita no es un invento del populismo. Es una exigencia de nuestros acuerdos internacionales y de nuestra Constitución. La resolución 193 de la OIT, del año 2002, insta explícitamente a los gobiernos que promuevan un marco normativo favorable al desarrollo de las empresas cooperativas.

Hace pocas semanas la Asamblea General de Naciones Unidas, a través de la Res 77, la primera sobre Economía Social y Solidaria dijo expresamente que las cooperativas y las empresas sociales “pueden ayudar a aliviar la pobreza y a catalizar la transformación social aumentando la capacidad productiva de quienes se encuentran en situaciones vulnerables y produciendo bienes y servicios que sean accesibles para ellos”.

Esto son sólo algunos ejemplos. Insisto, no hay nada más más transformador, más revolucionario que los acuerdos internacionales. A los cooperativistas NO nos da lo mismo cualquier Estado. Queremos un Estado que respete los derechos y que asuma las responsabilidades a las que se ha comprometido en el marco del sistema de Naciones Unidas. 

Quienes lideramos las cooperativas y las mutuales tenemos una doble responsabilidad: por un lado, servir día a día a nuestras comunidades con más y mejores servicios, y por otro posicionar este modelo en el ámbito público, involucrándonos cada vez más activamente en la co-construcción de las políticas públicas necesarias para favorecer el desarrollo de ese modelo que defendemos y llevamos adelante día a día.

No podemos ni debemos ser simples espectadores en la arena pública. En tiempos donde parece haber muchos ciudadanos desencantados con la Política (con mayúscula), podemos dar fe de que en nuestras organizaciones la democracia, la participación, el consenso, no son palabras vacías, son la manera en que llevamos adelante todos los días una economía próspera, justa y federal, junto a millones de usuarios, trabajadores, consumidores, ahorristas, productores… que entienden que asociándose unos con otros llegan más lejos que si lo hacen solos. ¡Y eso también es política!

Y es una forma de hacer política desde y para las comunidades, que no tiene por qué quedar encerrada en nuestros territorios y en nuestras organizaciones. Puede y debe trascender esas fronteras. Muchas veces se discute si necesitamos más Estado o menos Estado, si hay que dejar que el mercado resuelva por sí solo todas las necesidades, necesidades cada vez más desiguales, por cierto, que tenemos las personas. Es un debate acá y en muchas partes del Mundo.

Nosotros podemos decir con humildad, pero también con orgullo, que hemos superado con hechos ese debate. Porque somos parte del mercado, con empresas que controlamos directamente los ciudadanos, en tanto trabajadores, usuarios, consumidores, productores, ahorristas, etcétera… y somos parte del Estado. Porque hemos sabido construir y consolidar un modelo de gestión asociada desde adentro del propio Estado.

Todos sabemos que tanto las cooperativas como las mutuales tenemos desde hace tiempo un lugar en el Directorio del INAES. No es solamente una silla que ocupamos, es un espacio de co-construcción, activa y responsable, de políticas para nuestro sector en diálogo con otras áreas del Estado Nacional con las cuales profundizamos nuestra acción en todo el territorio nacional y en todas las ramas de la producción y los servicios de nuestra economía. Puedo dar fe de esto, y nuestro querido amigo y presidente del INAES Alex Roig y mis colegas del Directorio, no me van a dejar mentir, que en estos cuatro años, el cooperativismo y el mutualismo hemos sido protagonistas del diseño, ejecución y control de las políticas para nuestro sector.

Esto es un ejemplo hacia dentro del propio Estado Nacional, que cualquier jefe de Estado debería observar, y es un ejemplo hacia otros actores de la economía de cómo se pueden tejer alianzas estratégicas con el Estado, pero más aún, de cómo se puede institucionalizar un modelo de estatalidad que involucra de forma directa a esos actores hacia los cuales se dirige la política.Estamos cumpliendo 40 años de democracia política. Pero nos falta mucho para la democracia económica. Y eso es lo que necesitamos para construir una economía centrada en las personas y en sus derechos. 

Debemos ser claros. No hay economía democrática, inclusiva, solidaria y enraizada en los territorios, si no apostamos a los modelos de organización económica que garanticen el control por parte de la comunidad, de los trabajadores, de los usuarios y consumidores, de los productores de cada rincón de nuestra geografía. 

En estos días NO estamos debatiendo sólo sobre qué hombres y qué mujeres administrarán el Estado. Estamos decidiendo qué tipo de Estado queremos. Por eso, a quienes hoy están debatiendo el futuro del Estado, debemos decirles, desde este Foro, que en las empresas de la Economía Social y Solidaria tienen un aliado formidable para democratizar la economía, para co-construir una sociedad justa, sostenible, inclusiva y solidaria. Que no deje a nadie afuera y que no deje a nadie atrás.»