Mensaje a la asamblea de la región Asia&Pacífico de la Alianza Cooperativa Internacional, realizada en Filipinas el 9 de noviembre:

«Quiero saludar en primer término y agradecer a los colegas del movimiento cooperativo filipino por acogernos en estas jornadas tan fructíferas.

Estos encuentros reavivan los lazos fraternales que nos unen a escala regional y a escala global, y nos renuevan el optimismo acerca del rol que tenemos que cumplir en esta hora tan desafiante que vivimos como humanidad.

Hace muy poco tiempo hemos salido de la peor crisis sanitaria de la era global, pero no salimos mejores.

Nos dimos cuenta de que nadie se salva solo, pero seguimos incursionando en acciones violentas que dañan al ser humano y al planeta.

Nos agredimos entre nosotros y agredimos a la naturaleza, sabiendo que quienes más sufren las consecuencias de ese paradigma competitivo, egoísta y beligerante son los más vulnerables.

Hermanos y hermanas cooperativistas, estamos en una encrucijada: o avanzamos hacia la destrucción del otro, consolidamos una cultura del descarte y centramos nuestra conducta en el consumismo y la inmediatez, o aceleramos la construcción de un futuro sostenible, a través de una economía próspera, centrada en las personas y que promueva la democracia y la paz.

Si elegimos este último camino, no hay otra alternativa que apostar por empresas donde las personas tengan prioridad por sobre el capital; donde las comunidades puedan organizarse para gestionar de modo inteligente, transparente y sostenible los recursos; donde los vínculos sociales, económicos y culturales fomenten la paz entre los pueblos.

Las cooperativas somos, desde hace dos siglos, el modelo más eficiente para lograr estos objetivos.

Naturalmente, somos constructoras de una economía solidaria, inclusiva, democrática y justa.

Llevamos en nuestro ADN la sostenibilidad, porque estamos arraigadas en los territorios donde nacemos, y porque todo lo que producimos está al servicio de nuestros asociados, de nuestras familias, de nuestros vecinos, y también de las próximas generaciones.

Hoy existe una natural comunión entre este objetivo intrínseco de nuestro modelo socioempresarial y la agenda que los países del Mundo integrados en las Naciones Unidas han acordado de cara al 2030.

Por eso, desde la ACI venimos reforzando los vínculos con distintos organismos internacionales, con los cuales trabajamos para lograr objetivos como el trabajo decente, la producción y el consumo responsables, la equidad de género y el cuidado de los ecosistemas, entre otros.

Hoy, somos aliados estratégicos de la OIT, de la FAO y de muchas otras organizaciones del sistema de cooperación internacional. Tenemos cada vez más protagonismo en el G20, como quedó demostrado hace algunos meses en India.

El propio secretario general de Naciones Unidas ratificó este año el rol de las cooperativas para avanzar hacia el cumplimiento de los objetivos de Desarrollo Sostenible. 

Lo hizo en línea con la primera Resolución aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas sobre la promoción de la economía social y solidaria para el desarrollo sostenible.

Esto no es casualidad. Muchos líderes en el Mundo están viendo que las posibilidades de torcer el rumbo civilizatorio se agotan.

Que la inestabilidad geopolítica, las guerras y la destrucción del ambiente ponen en vilo a una humanidad ya golpeada por la pandemia y que enfrenta ahora un nuevo escenario de incertidumbres.

Por eso, debemos alzar nuestra voz. 

Debemos seguir profundizando nuestra Identidad, como acordamos en nuestro último Congreso Cooperativo Mundial, en Seúl, hace dos años.

Debemos fortalecer a nuestras organizaciones nacionales y regionales, a los comités y redes sectoriales, que son el pilar que mantiene fuerte e integrada a nuestra Casa Común, la Alianza Cooperativa Internacional.

Y debemos, sobre todo, estar al lado de nuestros asociados, en cada una de las cooperativas, innovando en nuestra manera de servir a las comunidades.

El presente parece aciago, pero el futuro está lleno de oportunidades en la medida que podamos expandir un modelo de cooperación, que genere prosperidad y bienestar para todos, sin dejar a nadie atrás.

Los avances revolucionarios que atraviesa la humanidad en materia científica y tecnológica pueden ser puestos al servicio del desarrollo individual y colectivo, abriendo más y mejores posibilidades para que las personas vivamos más y, sobre todo, vivamos mejor. 

La conciencia ambiental es un activo incuestionable de las nuevas generaciones, que también entienden y practican la equidad de género con absoluta naturalidad.

En todas las empresas, aun en las que se rigen por la reproducción y acumulación del capital, se está incorporando una visión integral para conseguir un triple impacto, social, económico y ambiental.

Sin embargo, queda mucho camino por recorrer, y el tiempo es exiguo.

Nosotros, herederos de una doctrina forjada a mitad del siglo XIX, también en épocas de fuertes convulsiones, transformaciones y desigualdades, decimos con humildad pero también con mucho orgullo que tenemos el mejor modelo socioempresarial para superar los desafíos de la hora.

Que no hay ni habrá desarrollo sostenible si no priorizamos, desde los marcos normativos, las políticas locales, nacionales e internacionales, a modelos de organización económica y social que lleven en su ADN ese tipo de desarrollo.

Que solo si construimos sociedades equilibradas, en armonía con el ambiente y donde a cada uno de sus integrantes no le falte nada para vivir dignamente, podremos alcanzar una paz positiva.

Esto es, una paz basada en la distribución equitativa de las oportunidades de desarrollo para todos, sin dejar a nadie atrás.

Este es el mensaje que debemos potenciar, desde la palabra y desde la acción, en cada territorio donde estamos presentes.

Como siempre digo, los desafíos son globales, pero las respuestas son locales. 

Sigamos construyendo la Agenda Común desde cada comunidad, de abajo hacia arriba, como siempre lo hemos hecho.

Sigamos avanzando juntos hacia la construcción de ese mundo mejor que necesitamos con urgencia. Un mundo justo, solidario, inclusivo y en paz.»