Conferencia sobre Responsabilidad Social Cooperativa durante la Convención Cooperativa 2023 organizada por la Federación Cajas Populares Alianza en Los Cabos, México, con el título Un Equilibrio entre lo Social y lo Financiero.

«En mi carácter de presidente de la ACI quiero agradecer el esfuerzo de todos los que han hecho posible este encuentro.

Si algo nos caracteriza a los cooperativistas, es nuestra apuesta permanente por el diálogo, por el intercambio de experiencias y por la formación de nuestros asociados, funcionarios y directivos.

Sabemos trabajar con seriedad y eficiencia en nuestras obligaciones diarias, pero también sabemos que es importante tomarnos unos días para levantar la vista de nuestras obligaciones y debatir sobre el horizonte que nos rodea, sobre los nuevos desafíos y las nuevas estrategias que cada momento histórico nos requieren.

Por eso quiero aprovechar este momento, para reflexionar con ustedes cuál es la íntima relación que existe entre Responsabilidad Social e Identidad Cooperativa, y cuáles son nuestras responsabilidades históricas en el cumplimiento del séptimo principio, de compromiso con la comunidad.

Muchos de ustedes me habrán escuchado decir que para mí las Cooperativas no son Empresas con Responsabilidad Social, son la Responsabilidad Social hecha Empresa.

Esto no es un mero juego de palabras. Para entenderlo basta pensar en el momento fundacional de nuestras empresas.

En mi pueblo, por ejemplo, un pequeño pueblo rural de región pampeana, en Argentina, en 1941, un grupo de vecinos se reunió para buscar solucionar un problema común: garantizar la provisión de un servicio eléctrico eficiente a cada uno de sus hogares, explotaciones rurales y pequeños talleres locales.

Lo que los motivó fue su Responsabilidad Social.

No fue solo hacer una inversión rentable, ni buscar una solución individual.

Identificaron una necesidad social, y se comprometieron a resolverla a través de la ayuda mutua, creando una empresa común de gestión democrática.

Ese fue el origen. Primero fue la Responsabilidad Social, y luego la Empresa.

Si repasan la historia de cualquiera de sus cooperativas, verán que es así. Los vecinos y vecinas, los pequeños productores, que tenían dificultades para acceder al crédito, asumieron su responsabilidad social, y crearon una empresa para resolver su problema, para garantizar que sus ahorros se transformen en préstamos a favor del desarrollo de su comunidad.

Cansados de usureros, cansados de exigencias que los dejaban afuera del sistema financiero, organizaron una empresa, en este caso una entidad financiera, para resolver a través de la ayuda mutua y la organización democrática, el problema común que enfrentaban.

Repito. Primero fue la Responsabilidad Social, y luego la Empresa.

En definitiva, ¿Qué es tener responsabilidad social?

Es aceptar que uno es responsable por el bienestar de su comunidad por el sólo hecho de formar parte de ella. Todos y cada uno somos responsables por nuestra comunidad, y por lo tanto mi empresa debe ser vehículo para asumir esa responsabilidad.

Esto, que es parte de la Identidad Cooperativa, fue tardíamente descubierto por otros modelos empresarios.

La primera vez que se hizo mención del concepto de responsabilidad social empresaria fue en 1953, en el libro “Responsabilidad Social del Hombre de Negocios”, del economista estadounidense Howard Bowen.

Esto fue más de cien años después de la creación de la primera cooperativa de consumo, producto de la responsabilidad social de los pioneros de Rochdale.

Más allá de esta primera mención en 1953, en el libro de Bowen, el tema recién comenzó a difundirse en los 70, y fue en los 90, a fines del siglo pasado, que la Responsabilidad Social pasó a formar parte importante del discurso y de las prácticas de las grandes empresas.

¿Por qué ocurrió ello? Porque en plena globalización económica fue aún más evidente el enorme impacto social y ambiental de las decisiones de las grandes empresas.

Cada vez había más consenso en que el modelo empresario exclusivamente orientado a la maximización del beneficio de los accionistas, resultaba muy limitado para garantizar la expansión socialmente sostenible de una empresa.

Esto dio lugar a un proceso muy interesante, donde por un lado la comunidad reclamó responsabilidad a las grandes empresas, y por otro lado muchas empresas comprendieron que, si no incorporaban, de alguna manera, las múltiples demandas de la comunidad en que estaban insertas, sus posibilidades de crecimiento se veían limitadas.

Muchas veces los cooperativistas vivimos con incomodidad ese debate.

El carácter social de nuestras empresas es nuestra principal diferencia, y ahora esa bandera es disputada por otras empresas, que hasta hace poco estaban orgullosas de estar exclusivamente orientadas al beneficio de sus accionistas.

Me parece que esa incomodidad es equivocada. Debemos estar felices de que parte de nuestros valores son incorporados por otros modelos empresarios. Seguramente tenemos algún mérito en todo ello.

Pero, así como debemos estar orgullosos de que nuestros valores formen parte de otros modelos empresarios, debemos ser muy celosos en defender que nuestro modelo empresario es el más adecuado para cumplir con las exigencias de la Responsabilidad Social Empresaria.

Por ejemplo. Uno de los principales debates de la Responsabilidad Social Empresaria es cómo incorporar en la planificación y en la gestión de la empresa la mirada de las múltiples partes interesadas: los usuarios, los trabajadores, los vecinos. Los stakeholders para los que les gustan las palabras en inglés.

Esto no es un problema para nosotros. En nuestros consejos de administración están los usuarios preocupados por la calidad del servicio, que también son los vecinos, preocupados por el impacto ambiental de las decisiones de sus cooperativas. Los trabajadores también son asociados porque usan los servicios de la cooperativa, y sus familias forman parte de la comunidad a la que sirve la cooperativa.

Esto pasa seguramente en sus cajas de ahorro y préstamo. Y es una gran ventaja frente a otras entidades financieras. Nuestra especialidad es una gobernanza compartida y democrática.

El vínculo de una cooperativa con el bienestar de su comunidad y con la defensa del ambiente no es moral, es estructural.

La cooperativa no pude desentenderse de su territorio, simplemente porque sus asociados están allí.

No hay cooperativas con rueditas. Las cooperativas están donde viven sus usuarios y sus trabajadores.

Son empresas con raíces en cada territorio, formadas por cada comunidad y controladas por las personas que viven en esa comunidad.

Otro punto distintivo de nuestro modelo es que las cooperativas no necesitan multiplicar las necesidades de sus asociados para maximizar su renta. Nuestro negocio es satisfacer necesidades al menor costo posible, no multiplicarlas.

Esto es increíblemente revolucionario en tiempos en que debemos adecuar las formas y el volumen de producción a la sostenibilidad de nuestro ambiente.

Acarado este punto, aclarada la superioridad de nuestro modelo para el ejercicio de la responsabilidad social, ahora digo: esto no nos puede llevar a minimizar el tema.

La Responsabilidad Social es una problemática que nos interpela como empresas y como asociaciones de personas. El debate sobre la responsabilidad social empresaria que se expandió en los años 90, también atravesó y cuestionó a nuestras cooperativas.

Fruto de ello es que el Congreso Cooperativo de Manchester, en el 1995, agregó el Séptimo Principio Cooperativo, nuestro principio más reciente.

El Principio de Compromiso con la Comunidad, que dice: “Las cooperativas trabajan para el desarrollo sostenible de sus comunidades a través de políticas aprobadas por sus miembros”.

Lo que dice este principio es que la cooperativa debe ser un vehículo de los asociados para contribuir al Desarrollo Sostenible de su comunidad.

La cooperativa no debe limitarse a cumplir su objeto social, a satisfacer la necesidad de sus asociados para lo que fue específicamente creada.

Debe ser un medio para organizar la contribución socialmente responsable de sus asociados frente a la comunidad que integran.

Y esta responsabilidad tiene una dimensión muy concreta: el Séptimo Principio habla del Desarrollo Sostenible de la comunidad.

Por eso nuestra Identidad Cooperativa está indisolublemente unida al Desarrollo Sostenible, y específicamente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.

Esto implica un enorme desafío en un momento donde el modelo de globalización surgido luego de la Guerra Fría entró en crisis, donde resurgen nacionalismos que en algunos casos muestran fuertes dosis de xenofobia y racismo, que levantan muros en lugar de tender puentes… que es lo que en cambio intentamos hacer nosotros, como parte de un movimiento que se sabe parte del sistema de relaciones internacionales y que tiene la responsabilidad de fomentar un paradigma donde cada pueblo, cada comunidad a lo largo y ancho del planeta, pueda desarrollarse no a costas de otros sino cooperando con otros…

Nos encontramos hoy también con muchos desafíos urgentes, vinculados a la transformación digital, a la producción y distribución de bienes básicos como los alimentos y las energías, la cuestión climática, entre otros que en unos minutos vamos a abordar.

Lo que es central es entender que este principio de compromiso con la comunidad tenemos la capacidad de ponerlo en acción desde lo local a lo global, pasando por las instancias nacionales y regionales de integración. 

En la ACI estamos representados todos los cooperativistas que decidimos formalizar nuestra integración en entidades de distinto grado y que entendemos que somos más fuertes a nivel mundial, pero también a nivel local, si tenemos una sola voz compuesta por las cuerdas vocales de cada uno de nosotros.

En la ACI y en cada una de sus instancias temáticas, regionales, sectoriales… podemos encontrarnos, debatir, acordar miradas, elegir a nuestros representantes, y al fin y al cabo, definir nuestro rumbo como movimiento.

Para mí es un enorme privilegio, un orgullo y una gran responsabilidad haber sido elegido en 2017 presidente de esta organización y, cuando deje de serlo, quiero y espero haber cumplido con la expectativa de haber contribuido desde mi lugar a tener una ACI más fuerte, una ACI protagonista de los grandes temas globales…

Y una ACI que sea la expresión real de la integración cooperativa que nace desde cada pueblo, desde cada ciudad, desde cada lugar donde una persona se asocia a otra para crear una cooperativa y transformar su vida y la de su comunidad.

En números, podemos decir que la ACI lidera un movimiento cooperativo que a nivel mundial integra a más de 1200 millones de personas, en los 5 continentes, asociados a más de 3 millones de empresas cooperativas, que constituyen así la Mayor Red de Empresas basadas en valores a nivel Global. Genera casi el 10 % del PBI mundial y da trabajo a casi 300 millones de personas en todo el mundo.

A nivel continental, en América, hay más de 90 organizaciones de 23 países, que agrupan a más de 207 mil cooperativas, las cuales cuentan con un aproximado de 250 millones de asociados.

Nuestra responsabilidad histórica, y este es mi principal mensaje en el día de hoy, es que toda esa Red Global de Empresas, ponga en acción el Séptimo Principio Cooperativo entendiendo que somos el único actor en este complejo escenario, capaz de comprometer a las comunidades en todos los niveles, en la construcción de una economía justa, democrática y solidaria.

Para eso debemos debatir qué implica hoy el séptimo principio.

Como ustedes recuerdan, en el 2021 realizamos nuestro último Congreso Mundial Cooperativo, en Seúl, Corea del Sur. Un congreso de características épicas, dado que fue realizado pese a todos los inconvenientes de la pandemia.

Ese Congreso fue convocado, a 25 años del Congreso de Manchester, para debatir, precisamente, la Profundización de la Identidad Cooperativa.

Allí nos preguntamos sobre qué significaba ser consecuentes con la Identidad Cooperativa en un mundo atravesado por la pobreza y la desigualdad, asediado por el cambio climático, por la crisis migratoria, con el enorme desafío de transformar nuestra forma de consumir y de producir.

Como respuesta a ese interrogante, en el discurso de cierre, dije que, de acuerdo a lo que habíamos discutido entre todos, me iba del Congreso con la convicción de que el punto clave era profundizar el Séptimo Principio.

Y allí dije que profundizar este principio implica dos cosas: en primer lugar, trabajar con el triple enfoque de sostenibilidad económica, social y ambiental. No estamos cumpliendo con el séptimo principio sino trabajamos con este triple enfoque.

Y en segundo lugar, comprender que el Desarrollo Sostenible de cada una de nuestras comunidades, está inscripto en el esfuerzo que como humanidad debemos hacer por la Sostenibilidad Global.

Por ejemplo, la Agenda 2030 de Naciones Unidas nos habla de la necesidad de transformar nuestra forma de producir, distribuir y consumir nuestros alimentos.

En cumplimiento de séptimo principio, las cooperativas debemos contribuir a la transformación del sistema agroalimentario.

Y esto compromete a nuestras cooperativas de consumo y a nuestras cooperativas agropecuarias, pero también a las cooperativas de ahorro y crédito que financian la actividad rural, como ustedes, y a las cooperativas de servicios eléctricos rurales como mi cooperativa en Argentina.

Todas, en cumplimiento de séptimo principio, deben sentirse parte de la transformación del sistema agroalimentario.

Creo que todos debemos comprometernos con la construcción de cadenas de producción y distribución de alimentos donde se garantice la salud de nuestras comunidades y se minimice la huella de carbono.

Esto no pude ser sólo responsabilidad de los productores. Todos los que integramos la cadena tenemos nuestra responsabilidad: los productores, los consumidores, los que transportamos y comercializamos, los que financiamos y los que producimos la energía para mover la producción.

El cumplimiento del séptimo principio nos exige tener una visión sistémica en cada una de nuestras decisiones empresarias, porque los desafíos que hoy enfrentamos son sistémicos.

Otra gran preocupación, que compartimos en el Congreso de Corea y venimos debatiendo con la OIT, es el Futuro del Trabajo.

En el mundo hay aproximadamente 3300 millones de trabajadores, de los cuales 2000 millones, más del 60%, son trabajadores precarios.

En este escenario de precariedad laboral, se está desarrollando la transformación digital, con un impacto formidable sobre la organización del trabajo. Hemos sido testigos de cómo se ha acelerado durante la pandemia.

Pero la transformación digital, como cualquier innovación tecnológica, nunca es neutra.

Que la transformación digital ayude a superar los problemas de la precariedad laboral y no a profundizarlos, depende en gran medida del Modelo de Empresa que adoptemos.

Esto es lo que hemos estado debatiendo con la OIT. En el marco de la estructura tripartita de este organismo, en diálogo con los gobiernos, los sindicatos y las cámaras empresarias, debemos construir acuerdos para favorecer el desarrollo de los modelos empresarios cuya gobernanza se ajuste al programa centrado en las personas de la OIT.

Las cooperativas tenemos mucho para ofrecer en este terreno, ya que somos verdaderos motores de innovación.

La transformación digital puede ser una gran oportunidad para nuestro modelo de empresa. Los datos son la nueva fuente de riqueza, y nosotros debemos estar allí, para poner esa riqueza el servicio de las personas.

Las grandes corporaciones de la economía digital concentran esa riqueza. Nosotros debemos ser la alternativa.

Nuestro desafío es construir una gobernanza cooperativa sobre los datos, sobre los programas y sobre la infraestructura digital.

Creo que las cooperativas de ahorro y préstamo, son actores claves para pensar la transformación digital, y hacerlo con una intención democratizadora, de preservación de nuestra intimidad, de defensa del trabajo decente y del fortalecimiento de los lazos sociales en nuestra comunidad.

Otro desafío, junto con la transformación del sistema agroalimentario, el futuro del trabajo y transformación digital, que quiero compartir hoy especialmente con ustedes, es la necesidad de transformar el sistema financiero.

La transformación del Sistema Financiero, también debe ser parte de nuestro compromiso con la comunidad.

No vamos a garantizar el Desarrollo Sostenible de nuestras comunidades, como bien propone el Séptimo Principio, sino garantizamos que el ahorro de nuestras comunidades se canalice hacia el Desarrollo Sostenible.

Reestructurar el sistema financiero, para ponerlo al servicio del Desarrollo Sostenible, es uno de los grandes desafíos globales que enfrentamos como humanidad.

El cooperativismo tiene el modelo adecuado para democratizar el sistema financiero, para que la comunidad –a través de la organización cooperativa– recupere la soberanía sobre sus ahorros.

Creo que es central en cumplimiento del séptimo principio, tener un fuerte compromiso para que los ahorros de nuestros asociados financien proyectos donde hayan sido evaluados correctamente los riesgos sociales y ambientales.

Sé que están haciendo mucho en este sentido, me han comentado iniciativas sobre energías renovables y acceso sostenible al agua.

Creo que allí hay un gran tema, donde podemos marcar la diferencia y construir experiencia en forma conjunta con el resto de las cooperativas financieras del mundo.

El cumplimiento del séptimo principio también tiene que ver con nuestra contribución a la Paz.

Estoy convencido de que debemos avanzar en la construcción de una Agenda Cooperativa para la Paz Positiva, como fue resuelto en la Asamblea de Kigali, y como estuvimos conversando en el Congreso de Corea, en una sesión específicamente dedicada esto.

La capacidad que tiene una sociedad para prevenir la violencia o mitigar sus consecuencias está directamente relacionada con la existencia de relaciones sociales basadas en la confianza, en la cooperación y en la reciprocidad.

Y allí podemos aportar nuestro modelo empresario. De la violencia no se sale compitiendo. Se sale cooperando. En este terreno podemos colaborar enormemente desde la educación.

Hablar de paz y educar para el individualismo es una contradicción. No hay paz en una comunidad que no ha sido educada para cooperar.

Los cooperativistas debemos tener un rol activo en este sentido, debemos trabajar junto con Universidades, escuelas y autoridades educativas para que se eduque para cooperar, que es educar para la Paz.

Y debemos también, por supuesto, contribuir al financiamiento de actividades productivas que ayuden a la reinserción social de personas y comunidades afectadas por la violencia, por las mafias o por las migraciones forzadas por las crisis económicas.

Por supuesto, no puedo terminar esta reflexión sobre lo que nos exige hoy el Séptimo Principio, sin mencionar uno de los mayores desafíos que enfrentamos como humanidad: el cambio climático.

Muchos cooperativistas hemos seguido con atención la evolución de los acuerdos, desde la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, en 1992.

Nuestras cooperativas, producto de contar con un modelo empresario que facilita el compromiso con la comunidad y el ambiente, han acompañado de forma natural y sostenida este esfuerzo.

La profundidad de la crisis que atravesamos seguramente acelerará en los próximos años la canalización de crecientes recursos de cooperación internacional hacia todos estos temas críticos en términos de cuidado ambiental.

Es necesario llegar a dichas instancias con una posición muy fuerte y muy firme sobre la capacidad de nuestro modelo empresario para liderar, desde el campo de la sociedad civil, este proceso de transformación.

Soy muy optimista en este sentido. Creo que tenemos una gran oportunidad.

Como dice nuestra Declaración de Identidad, “Las cooperativas se basan en los valores de autoayuda, autorresponsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad”.

Y continúa diciendo: “Al igual que sus fundadores, los miembros cooperativos creen en los valores éticos de honestidad, actitud receptiva, responsabilidad social y respeto hacia los demás”.

Es decir, de acuerdo a la Declaración de Identidad Cooperativa, la Responsabilidad Social es un Valor Ético de los asociados, previo a la existencia de la cooperativa.

Como les dije al principio, somos la Responsabilidad Social hecha Empresa.

A esa responsabilidad social debemos apelar como cooperativa para poner en funcionamiento nuestro séptimo principio, que es un principio comprometido con la transformación social que requiere el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Somos instrumentos al servicio de la Responsabilidad Social de nuestros asociados y asociadas.

Nuestra acción tendrá impacto sobre las comunidades si sabemos movilizar la voluntad y el compromiso de esas comunidades. Trabajando localmente, pero como parte de una red global que quiere y puede hacerse cargo de los desafíos que enfrentamos como humanidad.

La transformación de la forma en que producimos y consumimos, el trabajo decente, la transformación digital, la educación para la paz, la democratización del sistema financiero al servicio del desarrollo sostenible, son todos desafíos que enfrenta nuestra comunidad, en los que podemos sumar nuestra fuerza en el marco de nuestro séptimo de principio.

Porque los Desafíos son Globales, pero las respuestas son Locales.

Cada cooperativa de acuerdo a sus posibilidades, siempre partiendo de las necesidades de su comunidad local, pero sin perder el sentido global que requiere esta hora.

Por eso les agradezco nuevamente esta oportunidad para conocer qué está debatiendo el cooperativismo mexicano, y para que pensemos juntos qué nos está demandando hoy nuestro compromiso con la comunidad.

Las cooperativas necesitamos poder comunicar a la comunidad el impacto social que provoca nuestra labor en todas las dimensiones. Eso es importante y bueno.

Pero también debemos convencer a nuestros miembros de que la cooperativa es su herramienta para asumir su Responsabilidad Social, que hoy es la Transformación Social para el Desarrollo Sostenible.

Eso es aún mejor.»