Con más de mil participantes en línea, se realizó el miércoles 3 de junio el webinar rumbo al Foro Global de la Economía Social #GSEF2021, a llevarse a cabo en Ciudad de México, bajo el título Estrategias y Retos de la ESyS en tiempos del COVID-19.

«En primer lugar, es necesario dar cuenta de lo evidente. Las cooperativas están colaborando activamente en el esfuerzo colectivo que exige responder a la crisis sanitaria.

Esto es tan evidente como natural. A la hora de cooperar, las personas apelamos en primer lugar a las instituciones cuyo principio ordenador es la ayuda mutua.

A instituciones cuya lógica es, precisamente, hacer más eficaz la acción solidaria para dar respuesta a los problemas comunes.

Ejemplos de ello hay en todo el mundo, como vemos en el sitio web de la Alianza Cooperativa Internacional, que está llevando a cabo una recopilación de las experiencias más representativas.

Esta crisis confirma enseña algo que sabemos desde los orígenes de la historia humana: que la mejor buena práctica ante una crisis es cooperar; que los que cooperan todos los días, están en mejores condiciones de hacerlo durante las crisis; y que el cooperativismo no tiene buenas prácticas, es una buena práctica.

El paradigma de la competencia nos dice que para contar con bienes y servicios al menor costo se requieren empresas que se hayan visto obligadas a lograr la mayor eficiencia como resultado de la competencia.

Y que el principio ordenador de esa competencia debe ser el beneficio del capitalista que organiza la empresa. La naturaleza es un recurso, el trabajo una mercancía, el consumo una variable a maximizar al compás de la búsqueda de rentabilidad.

La mayor parte de la sociedad cree esto. Cree que el espíritu egoísta de dueños de empresas que compiten en el uso de los recursos naturales, incluyendo el trabajo como recurso, es el camino realista para contar con los bienes y servicios que como consumidores necesitamos para ser felices.

Los y las cooperativistas creemos otra cosa, no creemos en el paradigma de la competencia. Nuestro paradigma es este otro, el de la cooperación, que dice que para lograr desarrollo sostenible es necesario organizar empresas para satisfacer nuestras necesidades comunes, cuyo principio ordenador no sea el lucro sino la ayuda mutua, y cuya eficiencia sea resultado del control democrático.

En esto creemos desde hace casi 200 años. Es lo que aprendimos de cada crisis, y lo trasladamos a prácticas concretas.

Es realista construir economía en base a este paradigma, en base a la solidaridad y la democracia.

Lo que no es realista, y eso es lo que la sociedad debe aprender con esta pandemia, es creer que llegaremos al desarrollo sostenible de la mano de los modelos de la competencia y el individualismo.

Me parece que contamos con una ventaja: la pandemia ha llevado la preocupación de la humanidad a los territorios y es en los territorios donde está la economía social y solidaria.

El debate sobre la globalización y las finanzas ha quedado eclipsado por el debate sobre cómo cuidar a nuestras familias, cómo garantizar alimentación segura, o cómo contar con un hábitat sano.

Las redes locales están en el centro de nuestra atención. Todos esperamos que sean capaces de responder en los focos de la pandemia.

La sociedad está comprendiendo que la batalla es local. De impacto global, pero sostenida por las redes locales.

Y ese, el de las redes locales, es el espacio de las cooperativas y de las distintas organizaciones de la economía social y solidaria.

Si logramos construir consenso sobre dos ideas: en primer lugar, que necesitamos fortalecer nuestras redes locales, y, en segundo lugar, que esas redes locales deben estar construidas a partir del paradigma de la cooperación, entonces tendremos las condiciones políticas para hacer valer nuestras propuestas.»