Conferencia magistral sobre el rol del cooperativismo en la agenda 2030, como parte de los festejos por el 29° aniversario de la Confederación Paraguaya de Cooperativas (Conpacoop):

«Es un placer y un gran honor para mí, que me hayan invitado a ser parte de los festejos del 29° Aniversario del nacimiento de Conpacoop, de esta querida institución que tanto ha trabajado y trabaja por la integración del movimiento cooperativo de Paraguay, no solo a nivel nacional, sino que también a nivel continental y mundial.

A través del paso de los años, el trabajo realizado por la Conpacoop se ha ido haciendo más y más visible a nivel regional y global. Y esto viene de la mano del gran compromiso que siempre muestran frente a los desafíos que se les van presentando.

Ese mismo compromiso queda claro en esta celebración, donde han decidido plantearse que rol deben jugar frente a los enormes desafíos que enfrentamos como humanidad.

Por eso quiero agradecerles la invitación a compartir algunas reflexiones acerca de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la participación del movimiento cooperativo mundial, del cual Conpacoop es un actor importante, en la Agenda 2030.

Quisiera comenzar señalando que en este 2020 tan particular que nos toca atravesar a todos, la Alianza Cooperativa Internacional está cumpliendo 125 años.

Esta organización, que yo considero que es la Casa Común de todos los cooperativistas, está integrada hoy por 315 organizaciones en más de 110 países de todos los continentes.

Solo para describir brevemente la estructura de la ACI, quisiera recordarles que estos países se agrupan en cuatro regiones (Américas, Europa, África y Asia-Pacífico).

Que, por otro lado, tenemos ocho organizaciones sectoriales, que nuclean a cooperativas de todo el mundo dedicadas a rubros como el trabajo, los servicios y la producción industrial; la producción agropecuaria; la salud; las finanzas; los seguros; la pesca; el consumo y la vivienda.

Finalmente, recordarles que existen en la ACI cuatro comités temáticos: Género, Investigación, Legislación y Desarrollo, y una Red Mundial que es la que agrupa a la juventud.

Ahora bien, ¿qué hay detrás de esta arquitectura institucional, cuya gobernanza recae en la Asamblea General y, luego, en el Board Mundial, donde están representadas también las Regiones, los Sectores, el Comité de Equidad de Género y la Red de Juventud?

Permítanme decirles con gran orgullo, que hay un movimiento económico y social formado por más de 3 millones de cooperativas, 280 millones de trabajadores, y más de 1200 millones de miembros, lo que representa la mayor red global de empresas construidas desde los territorios, en base a valores y principios que resultan muy poderosos para construir sostenibilidad.

Desde que fui electo presidente de la ACI en noviembre de 2017, he intentado llevar adelante nuestra propuesta, la que fue legitimada con el voto de todos los miembros en Kuala Lumpur hace casi tres años.

Una propuesta que nació del seno de este continente y que tengo el privilegio de encabezar, pero que siento que llevo adelante junto a todos ustedes.

Esa propuesta estaba orientada a construir una ACI más cercana a los miembros, más integrada hacia el interior de la organización, pero también con las otras organizaciones de representación internacional y con los otros actores de la ESS, de manera de ir generando mayor visibilidad, mayor capacidad de incidencia y mayor representatividad a la hora de enfrentar los grandes desafíos globales que hoy, enfrentamos como humanidad.

Y eso es lo que hemos tratado de hacer. Me gusta decir que las organizaciones como la ACI necesitan “pastores con olor a oveja”, como ha señalado nuestro Papa Francisco, líderes que recorran los territorios, que vean de primera mano la transformación que hacen las cooperativas en sus comunidades.

Hasta que la pandemia nos sorprendió y nos obligó a aislarnos en nuestros hogares, visité más de 50 países (en algunos casos, más de una vez, como es el caso del querido Paraguay, donde tengo tantos amigos y amigas que realizan un trabajo tan importante como necesario.)

En esos viajes, tomé contacto con alrededor 150 miembros de la ACI, casi la mitad de los 315 miembros a los que hacía referencia al principio de mi presentación.

También me reuní con los líderes de las principales organizaciones internacionales como la Organización Internacional del Trabajo, la FAO (que es la Organización Mundial para la Agricultura y los Alimentos), el FIDA (que es el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrario), Naciones Unidas, y otros, con los cuales hemos firmado Memorandos de Entendimiento, y venimos trabajando en forma conjunta.

Desde marzo, estamos todos obligados a vernos y conversar a través de las pantallas, pero seguimos en ese camino.

Porque tenemos grandes desafíos por delante. Tenemos una Agenda 2030 que nos invita a enfrentarlos de manera conjunta.

Como hemos dicho tantas veces, los Objetivos de Desarrollo Sostenible han sido adoptados como propios por la ACI y por sus organizaciones miembro, e incluso están incorporados en la planificación estratégica que hemos aprobado para la próxima década, pero lo más importante es que están expresados en el trabajo diario que hace cada cooperativa en su territorio, junto a su comunidad, como lo venimos haciendo hace casi 200 años, porque forman parte de nuestro ADN.

Esto ha quedado demostrado, una vez más, al ver el comportamiento de las cooperativas durante la pandemia.

Por la propia trayectoria de nuestro modelo empresarial, por su resiliencia, por su identidad basada en valores y principios, y por su tendencia natural hacia la intercooperación, las cooperativas somos clave en la Alianza Global Para el Desarrollo Sostenible que propone Naciones Unidas en su ODS N° 17.

Creo que, todos juntos, somos parte de un movimiento único en el Mundo, capaz de transformar la realidad de nuestras comunidades día a día, y estoy convencido que en este momento tan complejo debemos invitar al resto de las personas que no son parte de este movimiento a caminar junto con nosotros hacia un horizonte de cooperación, de paz, de inclusión y de justicia social.

En primer lugar, quiero señalar que, en mi opinión, la Agenda 2030 es fruto de la enorme preocupación que tenemos todos por la sostenibilidad de nuestra civilización en un contexto donde crece la desigualdad social y el calentamiento global pone en peligro la continuidad de la vida.

El trabajo realizado por Naciones Unidas para transformar esas preocupaciones en un sólido consenso internacional vinculado al cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible no solo es oportuno, sino que es imprescindible.

Desde el movimiento cooperativo acompañamos fervientemente ese consenso y lo incorporamos en nuestra propia planificación.

En octubre del año pasado, en nuestra Asamblea General realizada en Kigali, la capital de Ruanda, aprobamos un Plan Estratégico para la Próxima Década; un plan que es convergente, en plazo y en objetivos, con la Agenda 2030.

Ahora bien, este consenso que tenemos respecto de los ODS debemos ampliarlo, junto a todos los actores comprometidos con esta agenda, y particularmente junto a quienes se identifican con un modo de hacer Economía Social y Solidaria.

Porque no cualquier modelo de empresa responde a cualquier modelo de desarrollo.

Es decir, el desarrollo sostenible requiere de organizaciones empresariales que sean compatibles con ese horizonte que, por su gobernanza, puedan dar cuenta de la triple dimensión del Desarrollo Sostenible: económica, social y ambiental.

El cooperativismo no encuentra allí una contradicción, sino que ve la coherencia de un proyecto de desarrollo que se lleva adelante con las personas y el medio ambiente en el centro de la escena.

En efecto, la respuesta cooperativa frente a los monopolios y frente a las injusticias sociales a fines del siglo XIX fue construir empresas diferentes. Empresas que nos garanticen la gestión democrática, la participación económica y la justicia social.

Desde la misma óptica, podemos decir que existe una íntima relación entre los modelos empresariales hegemónicos y el modelo de desarrollo imperante, con los resultados que tenemos a la vista.

Para nosotros la desigualdad social, la crisis ambiental, la fragilidad sanitaria que hoy nos está mostrando la pandemia, son consecuencia de un modelo de desarrollo que favorece la concentración económica, en un escenario dominado por un puñado de corporaciones orientadas exclusivamente en la rentabilidad del capital.

El Desarrollo Sostenible exige reconstruir los vínculos de la producción con el territorio a través de empresas arraigadas en esos territorios, que respondan a los intereses de las personas, que estén orientadas a su bienestar y al cuidado del lugar en que habitan.

Estoy convencido que dar este debate, construir este nuevo consenso, es el principal desafío que tenemos desde el cooperativismo y desde toda la Economía Social y Solidaria frente al resto de la comunidad internacional.

En la ACI venimos planteando este debate: en todas las regiones, en todos los sectores productivos, en todas las redes y comités temáticos que componen esta estructura.

Incluso lo hemos planteado el año pasado, en una actividad muy interesante que organizamos junto con la OIT en ocasión del centenario de esa organización. Uno de los ejes de aquella jornada fue un valioso informe elaborado por la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo.

Ese informe expresaba, entre otras preocupaciones, la contradicción existente entre la necesidad de inversión que requieren la creación de trabajo decente y la defensa del ambiente, y la necesidad de maximizar el beneficio de corto plazo que tiene el modelo empresario basado en la acumulación de capital.

Coincidimos totalmente. Y así se lo señalamos a los representantes de los gobiernos, de las empresas y de los sindicatos que integran la OIT.

Es un problema de gobernanza, el problema es para qué organizamos las empresas y con qué objetivos se toman las decisiones.

Si coincidimos en esto, una de las preocupaciones centrales debe ser garantizar el financiamiento de las empresas cuya gobernanza facilita la creación de trabajo decente y la defensa del ambiente.

Y esto, a su vez, nos lleva a discutir cómo orientamos los recursos de la Cooperación Internacional y del Sistema.

O los ahorros de la sociedad se orientan hacia aquellas empresas que garantizan beneficios más abultados en el corto plazo, o se orientan a empresas que estén pensando en el largo plazo, dispuestas a transitar un camino centrado en las personas y el medio ambiente.

Este es un problema complejo, que interpela al Poder Económico.

Nadie pondrá ningún reparo a que el cooperativismo contribuya a los Objetivos del Desarrollo Sostenible, pero pronto surgirán las diferencias si decimos que hay que regular el sistema financiero para poder democratizarlo.

Por eso en aquella jornada junto con la OIT propusimos también a empresarios, sindicatos y gobiernos que los fondos públicos dirigidos al financiamiento de proyectos de cuidados, de desarrollo rural, de servicios públicos sostenibles, y de todas aquellas áreas sensibles en términos de creación de trabajo decente y sostenible, prioricen a las empresas que, nuevamente, por su gobernanza, garanticen su ajuste con este programa centrado en las personas.

Dicho de otro modo, empresas cooperativas, empresas de la Economía Social y Solidaria.

Volviendo a cómo incluimos a los ODS en la planificación de la ACI, les comenté que en nuestra Asamblea General en Kigali decidimos alinear nuestros esfuerzos en los próximos diez años con la Agenda 2030.

Sin embargo, pero no queremos que esto sea una mera declaración de compromiso.

Queremos que nuestra contribución sea medida y comunicada al conjunto de la sociedad.

Hemos analizado estos Objetivos y el papel de las cooperativas para identificar en qué metas deben estar más enfocadas. Este trabajo lo hemos realizado a través de las Organizaciones Sectoriales con el fin de reflejar sus especificidades.

Sobre la base de las metas identificadas, estamos desarrollando indicadores concretos que nos permitan medir las contribuciones de las cooperativas. Y estamos verificando con los miembros qué datos están disponibles para desarrollar estos indicadores.

Esperamos que esta contribución pueda ser públicamente presentada como un Plan de Acción del movimiento cooperativo global, durante el próximo Congreso Mundial de Cooperativas, que realizaremos en Seúl a finales del año que viene (si las condiciones lo permiten).

Creo que es un esfuerzo al que podemos sumarnos todos los actores de la Economía Social y Solidaria.

La Alianza Cooperativa Internacional representa a la mayor red global de empresas construidas desde los territorios, en base a valores y principios que resultan muy poderosos para construir sostenibilidad.

Somos empresas basadas en la ayuda mutua, construidas a partir de la cooperación con el otro, gestionadas de manera democrática, abiertas y transparentes.

No somos Empresas con Responsabilidad Social – Somos la Responsabilidad Social hecha empresa

Todos los que estamos convencidos de la necesidad de consolidar una Alianza Global Para el Desarrollo Sostenible estamos llamados a movilizar esta red, integrada por 3 millones de cooperativas, 280 millones de trabajadores y 1200 millones de asociados en todo el mundo, al que hacía alusión al principio de la presentación.

Entre todos tenemos que mostrar que hay otra forma de construir economía, y que es la forma más racional y más coherente para cumplir con los ODS.

Por eso es muy valioso este tipo de encuentros, que contribuyen a la construcción de los consensos necesarios para impulsar esta nueva globalización, una globalización cuyos pilares sean valores y principios solidarios, que asegure la institucionalidad democrática y construya relaciones de paz entre los pueblos.

Por supuesto que esto requiere hacer fuertes interpelaciones a los gobiernos, para que regulen el sistema financiero a favor de la economía real.

También incluye interpelar a los gobiernos para que fortalezcan las herramientas de la cooperación internacional, dado que hoy vuelve a tener un rol clave ante la crisis civilizatoria que nos tiene en vilo en más de un rincón del planeta.

Sin embargo, creo que lo más importante, lo más decisivo, es invitar a toda la sociedad a sumarse a esta nueva forma de construir economía, Economía de la Solidaridad y de la Cooperación.

En este punto es donde debemos hacer los mayores esfuerzos.

Debemos demostrar que no solo somos empresas socialmente responsables, sino que tenemos los mejores modelos para que todas aquellas personas que se preocupan por el ambiente, por la desigualdad social, por la paz, puedan poner su energía transformadora en ellos.

Por ejemplo, quienes buscan la transformación del sistema agroalimentario deben saber que en la Economía Social cuentan con los modelos adecuados para hacerlo.

Se logrará un sistema alimentario económica, social y ambientalmente sostenible si los consumidores podemos cuestionar las pautas alimentarias que nos imponen las cadenas multinacionales de consumo, asociadas a la industria alimenticia concentrada; si los agricultores y trabajadores que producimos alimentos podemos potenciar nuestras culturas y saberes con los extraordinarios avances de la ciencia, sin someternos a la lógica cortoplacista propia del capital concentrado, degradante de la biodiversidad y sin compromiso territorial.

De igual manera, a todos aquellos preocupados por el impacto de las nuevas tecnologías en la precarización del empleo debemos mostrarles la enorme variedad de alternativas que tenemos en el universo de la Economía Social y Solidaria.

Debemos demostrar que hay otra forma de trabajar como, por ejemplo, la que ofrece la economía de plataforma.

Tenemos en el mundo extraordinarios ejemplos de esto, una gran energía innovadora está señalando nuevos caminos que nos permiten incorporar las nuevas tecnologías a la organización del trabajo, pero sin caer en la precarización.

También debemos convocar a todos aquellos preocupados por la necesidad de transformar la matriz energética. Y explicarles que no se trata solo de un problema de tecnologías. Se trata principalmente de democratizar la producción y distribución de energía.

Es necesario interpelar al modelo energético basado en hidrocarburos y controlado por el poder económico concentrado, apostando a las energías renovables, pero fundamentalmente, saliendo de la lógica del negocio para ir a la lógica del servicio, a partir del protagonismo de la sociedad civil en cada territorio.

Debemos señalar claramente que las problemáticas ambientales no pueden ser resueltas solamente por el mercado, ni tampoco solo por el Estado. Debemos mostrar claramente que no pueden prescindir de la iniciativa autónoma de la sociedad civil.

Las empresas de la Economía Social y Solidaria pueden completar este rompecabezas sumando la iniciativa autónoma de la sociedad civil en forma de empresas sociales, como complemento de la gestión de los Estados.

También tenemos que sumar a nuestra propuesta a todas las personas con las que compartimos la urgencia de modificar al sistema financiero, para alinearlo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Debemos decirles que no se trata sólo de inclusión financiera, se trata de la democratización del sistema financiero.

Las comunidades deben recuperar la soberanía sobre sus ahorros, es decir, la capacidad de decidir cuál es el destino de sus ahorros, para orientarlos hacia el Desarrollo Sostenible de sus propios territorios.

Eso es democratizar el sistema financiero y para eso, hace al menos doscientos años, venimos trabajando e innovando a través de las finanzas solidarias.

El Movimiento de Mujeres e Identidades Diversas es otro claro ejemplo que está teniendo un rol enorme en la transformación social, cultural y económica de nuestra sociedad.

Naciones Unidas incorporó un objetivo específico orientado a la Equidad de Género.

Este movimiento internacional puede potenciarse desde la economía social y solidaria.

Tenemos, de hecho, una nutrida agenda en común que incluye integrar la perspectiva de género en todos los ámbitos de nuestras empresas.

La protección de los derechos de los trabajadores y trabajadoras de la economía de cuidados y el derecho de todas las personas al cuidado, son temas a los que la Economía Social y Solidaria puede dar respuestas en forma articulada.  

Estos son solo algunos, pero podríamos seguir enumerando.

Debemos demostrar a todos, que tenemos modelos de organización que convergen naturalmente con el desarrollo sostenible, para cuidar a las personas, para cuidar el ambiente, para superar las fragilidades sociales que ha desnudado la pandemia. 

Ese es nuestro desafío. No sólo mostrar nuestra contribución, sino mostrar las ventajas de nuestros modelos empresarios para que la sociedad se haga cargo, desde la democracia, desde los territorios, de los enormes desafíos que enfrentamos como humanidad.

Podríamos hablar mucho más sobre la agenda del cooperativismo frente a los ODS, pero quisiera terminar esta reflexión sobre nuestra contribución al ODS N° 16: Consolidar la Paz.

Estamos viviendo en un mundo con demasiadas tensiones internacionales, con viejos conflictos que aún están lejos de resolverse y con situaciones de violencia muy crudas en algunos lugares.

A eso hay que añadir que estamos viviendo la peor crisis migratoria desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Seguramente, la pandemia y la crisis que trae aparejada será terreno fértil para que aumenten estas tensiones.

Nuevamente, el mundo necesita que, desde la Economía Social y Solidaria, acerquemos respuestas a todas las incertidumbres que esto genera.

En su último informe sobre las cooperativas y el desarrollo social, hace poco más de aún año, el secretario general de Naciones Unidas reconoció que “las empresas cooperativas desempeñan un papel cada vez mayor en las estrategias de respuesta para los refugiados”.

El año pasado en el marco de la Asamblea de la ACI allí en Kigali, aprobamos una declaración donde nos comprometimos a construir un Plan Cooperativo para la Paz Positiva.

Esto es, la paz entendida no cómo la ausencia de violencia directa sino como resultado de una política activa para superar la violencia estructural que la desigualdad ejerce sobre nuestras comunidades.

Para finalizar, creo que este puede ser un gran eje que ayude a unir los esfuerzos globales del cooperativismo y de toda la Economía Social y Solidaria hacia el cumplimiento de los ODS. Estoy convencido que podemos y debemos ser protagonistas de acciones dirigidas a promover la paz como resultado de una economía más justa, más inclusiva, centrada en las personas y que cuide el medio ambiente.»