Conferencia magistral durante la celebración de los 60 años de la Cooperativa de Seguros Múltiples de Puerto Rico. Visita a la sede de la Liga de Cooperativas de Puerto Rico, que llegó a su 75° aniversario.

Sabemos que vivimos en un Mundo con muchos desafíos, que transitamos un tiempo complejo a escala global (pandemia, guerra, inflación alimentos y energía, desigualdades, cuestiones climáticas…) y que ante esos desafíos se pueden adoptar distintos caminos… Nosotros somos parte de un movimiento que ha recorrido durante muchísimos años un camino de armonía, solidaridad, paz, que también es capaz de llevar crecimiento y prosperidad a las comunidades… y ese es el camino que queremos invitar a andar a todos aquellos que quieran construir un Mundo más justo para quienes habitamos actualmente y para las próximas generaciones…

¿Desde dónde lo hacemos? Desde nuestra Casa Común, desde el espacio donde todos los cooperativistas nos podemos encontrar, dialogar, intercambiar ideas y consolidar nuestra integración.

La Alianza Cooperativa Internacional es una organización con 127 años de trayectoria, es decir, que nació a fines del siglo XIX, en busca de organizar e integrar a las flamantes entidades cooperativas que venían surgiendo en el proceso de la revolución industrial, y que expresaban una alternativa a otros modelos económicos, políticos e ideológicos que también florecieron en ese entonces…

Atravesó todo el siglo XX, con sus dos guerras mundiales, la Guerra fría y el nacimiento de muchos organismos internacionales que expresaron el auge de la globalización…

Y hoy se encuentra consolidada y con un gran protagonismo a nivel mundial en un momento donde aquel modelo de globalización entró en crisis, donde resurgen nacionalismos que en algunos casos muestran fuertes dosis de xenofobia y racismo, que levantan muros en lugar de tender puentes… que es lo que en cambio intentamos hacer nosotros, como parte de un movimiento que se sabe parte del sistema de relaciones internacionales y que tiene la responsabilidad de fomentar un paradigma donde cada pueblo, cada comunidad a lo largo y ancho del planeta, pueda desarrollarse no a costas de otros sino cooperando con otros..

Nos encontramos hoy también con muchos desafíos urgentes, vinculados a la transformación digital, a la producción y distribución de bienes básicos como los alimentos y las energías, la cuestión climática, entre otros que en unos minutos vamos a abordar.

Ahora bien, me gusta decir que la ACI no es solo una estructura de representación de las cooperativas de todo el mundo sino que es la Casa Común de los millones de cooperativistas que están integrados con otros para trabajar, consumir, producir, ahorrar, asegurarse, educarse, cuidarse…

Quiero contarles también que la Alianza Cooperativa Internacional es una de las organizaciones no gubernamentales más antiguas y es la primera de este tipo de entidades que recibió estatuto consultivo en Naciones Unidas.

Hoy nuestros miembros son 314 organizaciones representativas del cooperativismo en más de cien países.

Y esos miembros expresan una verdadera diversidad en términos políticos, económicos, lingüísticos, culturales, étnicos… y es la Alianza Cooperativa Internacional quien integra y representa a toda esa diversidad.

Tenemos una Oficina Global con sede en Bruselas, cuatro organizaciones regionales (África, América, Asia-Pacífico y Europa), ocho organizaciones sectoriales globales (Agricultura, Banca, Comercio Minorista, Pesca, Salud, Vivienda, Seguros e Industria y Servicios), y cinco comités y redes (Equidad de Género, Juventud, Investigación, Derecho y Desarrollo).

Desde que asumí la presidencia de la ACI, en 2017, con el respaldo unánime y clave del continente americano, y con los consensos que hemos ido construyendo en otras regiones del mundo, fuimos logrando que esa arquitectura institucional no fuera solamente una estructura burocrática distante de los miembros.

Por eso, salvo en el período más estricto de la pandemia, me tomé el trabajo de ir a conocer de primera mano la realidad de nuestros miembros, estrechar los vínculos y en definitiva poner la organización al servicio de los cooperativistas de cada territorio.

Si decimos que la ACI es la Casa común de todos nosotros, tenemos que sentir que somos parte de una familia, que tenemos una hermandad, aunque como decía antes tengamos diversas culturas, lenguas, etcétera…

Y esa familia, para organizarse, se da entonces esta arquitectura institucional que nos permite participar de la construcción global de nuestro movimiento cooperativo desde diferentes ángulos. 

Pero dentro de esta enorme estructura, es fundamental que las Regiones, los Sectores y cada uno de los Comités, organizaciones sectoriales, regionales, los comités, tengan vida, y que su propia dinámica les permita a las cooperativas de todo el mundo posicionarse de acuerdo con su temática de interés, con su trayectoria, con sus propuestas y visiones, y les permita hacer incidencia en su país, en su región, respaldadas por instituciones internacionales del propio movimiento.

Pero claro, esto requiere entonces que la cúpula también sea parte de esa dinámica, no que esté kilómetros arriba del resto sin saber qué pasa. 

Y esto de estar al lado de los miembros debe empezar por el presidente de la organización.

Ustedes saben muy bien que yo siempre he sentido que soy un par de cada colega cooperativista en el mundo, un cooperativista más que nación y se crio en una cooperativa de un pequeño pueblo de la pampa argentina, donde todavía ejerzo funciones y adonde volveré una vez finalizada mi tarea como presidente de la ACI.

Pero no alcanza con que sea solo el presidente quien muestre esa dinámica. Esto debe traducirse también en la orgánica institucional.

Y es un proceso que requiere ser alimentado continuamente.

Les voy a dar un ejemplo. La organización sectorial de bancos y cooperativas financieras, ICBA por sus siglas en inglés, tiene cien años, pero cuando asumimos la presidencia de la ACI en 2017 llevaba ya varios años inactiva.

Entonces, nos hemos debido dar la tarea de volver a convocar a algunos referentes, de hablar con distintas organizaciones y junto con un colega de India Bhima Subrahmanyam que se puso al frente, en 2019 pudimos dar el puntapié para reactivar esta sectorial.

Desde el 2019 hasta la fecha, triplico su membresía, comenzó a tener participación e incidencia en los ámbitos que corresponden y en noviembre del año pasado organizó en Bruselas, un gran evento por su Centenario, en el cual tuve el gusto de participar. 

Así como el ICBA, hay otras sectoriales, como la de Cooperativas y Mutuales Aseguradoras, ICMIF, que también llegó a su centenario el año pasado, con un enorme trabajo realizado.

Es importante entonces, estar muy atentos para que estos procesos sean alimentados continuamente por la labor de nuestros representantes y que no ocurra, como ocurrió con los bancos, que queden desactivados.

¿Qué más hemos hecho desde la ACI en ese sentido? Por primera vez en estos 127 años de historia estamos incorporando a todos los sectores al Board Mundial. 

En 2013 cuando asumí como miembro del Board por primera vez, había dos representantes por los sectores, de los 8 que existen.

Ya con la visión de llevar adelante una reforma en la estructura de la ACI, en línea con lo que les vengo comentando, lideré en ese momento un proceso de mayor participación de los sectores en el máximo órgano de representación, es decir el Board Mundial.

Luego de dos años de debates y consensos, finalmente se aprobó que 4 sectores formaran parte del Board, con voz y voto.

Ahora, con un cambio de estatuto aprobado el año pasado la propuesta es ir incluyendo a todos, para que también las cooperativas de acuerdo con su inserción sectorial y regional puedan ser parte de las discusiones y decisiones que se toman en el Board de la ACI.

Hemos demostrado que gran parte del éxito de organizaciones como la nuestra, es darles voz de manera más concreta y hacerlas parte de manera más orgánica del funcionamiento de la ACI

Esto ya lo hemos habíamos hecho con las mujeres, en 2016, como parte del proceso que comentaba recién. Allí lideré el proceso para que la presidenta del Comité de Equidad y Género tenga una silla, con voz y voto en el Board Mundial. Y lo propio se ha hecho con los jóvenes, que a partir del año pasado dejaron de funcionar como red, para constituirse en Comité, con los mismos derechos y obligaciones que el resto.

Dijimos cuando hicimos nuestra propuesta para conducir la ACI en 2017, y lo reafirmamos el año pasado cuando revalidamos nuestro mandato, que queremos transformar de forma efectiva la gobernanza del movimiento.

Y esto implica fortalecer a las regiones y a los sectores y también lograr una mayor equidad de género y una participación concreta de la juventud en los temas que hacen al presente y al futuro del cooperativismo.

No queremos espacios de mujeres para que hablen cosas de mujeres ni que los jóvenes se reúnan solamente a pensar cosas que les interesan a los jóvenes.

No queremos sumarlos al banco de suplentes para que vean el partido desde afuera hasta que algún día les toque entrar a jugar. Queremos que jueguen.

Como decimos en Argentina, queremos pelotear con ellos, hacer jugadas que nos enriquezcan en base a la experiencia y la solidez dirigencial de unos y a las miradas innovadoras y a nuevas culturas de trabajo de otros y de otras.

Pues bien, los comités de Género y de Juventud ahora forman parte del Board mundial.

Volvamos a las regiones y en particular a las Américas, que es el continente donde estamos parados ahora mismo.

Creo que vale resaltar que las presidencias de cada región -en el caso de Américas, a cargo de la colega y amiga Graciela Fernández- ejercen a su vez las vicepresidencias de la ACI y tenemos una mesa de diálogo permanente junto con quien habla en tanto presidente de la organización.

En el continente americano hay más de 90 organizaciones de 23 países, que agrupan a más de 207 mil cooperativas la cuales cuentan con un aproximado de 250 millones de asociados.

Estas organizaciones desarrollan sus actividades en sectores que van desde la producción agrícola, el consumo y las cooperativas multiactivas, pasando por el sector financiero y de seguros, las cooperativas de trabajo que abarcar el sector Industria, TIC, Educación, Salud, Vivienda y no menos importante el sector de servicios públicos y finalmente las organizaciones de integración, confederaciones nacionales o similares  (las Ápex como les decimos en la ACI, de las cuales vamos a hablar en unos minutos) y los organismos públicos.

 En Cooperativas de las Américas hay también redes y comités, que participan del directorio continental, junto a representantes de cada uno de los 23 países miembro. Hay comités que reúnen a cooperativas financieras, agropecuarias, de trabajo…. comités de juventud, de género…. 

Y hay otros sectores, como vivienda o servicios públicos, que se están organizando en redes y van en el camino de formalizar el entramado regional a partir de su afinidad por la rama de la producción o los servicios en que se desempeñan las cooperativas representadas por esas organizaciones. 

Todo esto que les comenté, este resumido cuadro que les presenté de cómo es la estructura orgánica de nuestro movimiento a través de nuestra organización madre, que es la ACI, y cuál es el trabajo que venimos realizando, hace que la integración cooperativa no sea sólo una declamación ni que se diluya por canales divergentes que llevan a cada uno a juntarse con otros por circunstancias temporales, por intereses inmediatos, y que esas conjunciones sean además inconexas entre sí.

En la ACI, como les dije, estamos representados todos los cooperativistas que decidimos formalizar nuestra integración en entidades de distinto grado y que entendemos que somos más fuertes a nivel mundial, pero también a nivel local, si tenemos una sola voz compuesta por las cuerdas vocales de cada una de nosotros.

En la ACI y en cada una de sus instancias temáticas, regionales, sectoriales… podemos encontrarnos, debatir, acordar miradas, elegir a nuestros representantes, y al fin y al cabo, definir nuestro rumbo como movimiento.

Para mí es un enorme privilegio, un orgullo y una gran responsabilidad haber sido elegido en 2017 presidente de esta organización y, cuando deje de serlo, quiero y espero haber cumplido con la expectativa de haber contribuido desde mi lugar a tener una ACI más fuerte, una ACI protagonista de los grandes temas globales y una ACI que sea la expresión real de la integración cooperativa que nace desde cada pueblo, desde cada ciudad, desde cada lugar donde una persona se asocia a otra para crear una cooperativa y transformar su vida y la de su comunidad.

Vivimos en un Mundo repleto de desafíos. Todavía no terminamos de salir de la peor crisis sanitaria de la era global y a eso debemos sumar las enormes complejidades que enfrentamos en términos sociales, económicos y ambientales.

Complejidades que derivan, en buena parte, de la incapacidad del sistema de relaciones internacionales de resolver aquellos desafíos por vía de la cooperación y en paz. 

No es la primera ni la última vez en la historia en que nos encontramos con escenarios tan complejos. 

Decíamos antes que el cooperativismo moderno se gestó en una época de plena incertidumbre por las consecuencias sociales, políticas y culturales de la primera revolución industrial.

Hoy nos encontramos con un Mundo distinto en muchos aspectos pero también con fuertes desafíos que tienen que ver con desigualdades que persisten, con una inestabilidad geopolítica alarmante, con sistemas económicos y financieros que no dan respuestas suficientes a las necesidades individuales y colectivas, con amenazas sanitarias capaces de paralizar al mundo entero…

A eso se suman catástrofes ambientales cada vez más recurrentes, que no hace falta que les describa pues ustedes han sufrido varias y han sabido responder, también desde la cooperación, para reconstruir sus comunidades.

Y se suman también transformaciones radicales y fuertes dilemas en cuanto a las tecnologías que vamos incorporando todo el tiempo para producir, consumir, trabajar, e incluso entretenernos…… 

La respuesta que tenemos ante esto es sin dudas la cooperación, que es la que nos ha permitido y permite en cada lugar del planeta hacer frente a tantos desafíos.

No estamos errados si decimos que es gracias a nuestra doctrina que podemos atravesar todas las dificultades que se nos anteponen en cada momento histórico y, más aún, ser un faro para el resto de la humanidad en la medida que sabemos y tenemos probada experiencia en construir relaciones sociales armónicas, inclusivas, solidarias y pacíficas.

Hoy eso se puede ver en diversos ámbitos donde actuamos y es un factor de resiliencia demostrado en tiempos de crisis pero que se ha convertido a su vez en un paradigma que nos permite avanzar hacia un futuro sostenible.

Ahora bien, la doctrina de la cooperación que todos nosotros conocemos y que sostiene a este paradigma, es la que nos guía a escala global pero debe ser aprehendida por cada pueblo, con su cultura, su historia, su contexto, con sus tensiones y conflictos, y ha de ser la herramienta que cada comunidad utilice para innovar, producir y transformar su realidad garantizando la mejor calidad de vida posible para cada uno de sus integrantes.

Tengamos en cuenta que somos mil millones de miembros de tres millones de cooperativas en todos los continentes, distribuidos en grandes metropólis, en ciudades medianas y también en remotas áreas rurales.

Todo este conjunto de hombres y mujeres está presente en todas las ramas de la producción y los servicios.

Y lo más importante, lo hacemos guiados por esa Identidad que nos hermana a nivel mundial, basada en valores y principios comunes que hemos acordado y que distinguen a nuestro modelo empresarial.

Este modelo de gestión, que debemos valorar y poner en juego en este momento de tantos desafíos, es además altamente reconocido por otros actores a nivel internacional.

Hace algunos años la Unesco inscribió en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la idea y la práctica de organizar intereses compartidos en cooperativas y, al mismo tiempo, reconoció el rol que tiene la cooperación a la hora de gestionar y resguardar el patrimonio cultural de cada comunidad.

¿Por qué esto es importante? Primero, porque da la pauta de que la cooperación es una acción humana que en este momento particularmente debe ser puesta en valor.

Y segundo, porque nos hace ver que el cooperativismo como forma de organizar nuestras actividades económicas, o la idea y la práctica de la cooperación en términos más generales de la acción humana, como planteó la Unesco, no es patrimonio exclusivo de quienes somos parte de las instituciones cooperativas.

En algún sentido podemos decir que todos son cooperativistas en la medida que ponen en práctica aun sin saberlo algunos de los valores y principios cooperativos.

Ahora bien, lo que tenemos y debemos ofrecer quienes hemos elegido conscientemente vivir una vida plenamente cooperativa, y quienes representamos política e institucionalmente a este modelo, es precisamente la demostración de cómo esa doctrina que reúne principios y valores comunes, explícitamente acordados y aprobados por la Alianza Cooperativa Internacional hace casi treinta años, transforma y mejora día a día la vida de nuestras familias, de nuestros vecinos de nuestros pueblos y ciudades, cómo ayuda a crecer a nuestros países y regiones, sin dejar a nadie atrás.

Como decíamos antes, tenemos una doctrina única en el Mundo que nos distingue, nos identifica, y nos guía en cada momento histórico en la construcción de sociedades armónicas, inclusivas, solidarias y, por ende, pacíficas.

Quiero aclarar algo importante respecto de esto último. Que las personas podamos convivir en forma pacífica no quiere decir que no haya tensiones o conflictos, significa que estos pueden ser resueltos por la vía de la cooperación.

Por eso decimos que la cooperación es el mejor camino hacia una paz positiva, es decir, la paz como resultado de esa armonía estructural que mencionaba antes y que es lo que les ha permitido a muchas sociedades salir adelante luego de feroces y sangrientos enfrentamientos.

Es el caso de Ruanda, donde realizamos nuestra asamblea general en 2019 y donde precisamente aprobamos una Declaración sobre el aporte de las cooperativas a la Paz Positiva.

Hay también ejemplos en nuestro continente de cómo la doctrina cooperativa permitió reconstruir los tejidos sociales en períodos de posconflicto y este es desde ya un tema central en este momento a nivel mundial.

Y es un tema, permítanme agregar, que se relaciona precisamente con la manera en que las personas, las comunidades, elegimos organizamos para gestionar aquellos recursos necesarios para la reproducción de la vida.

Quiero decir, o competimos, nos excluimos unos a otros y hasta nos matamos por el control de esos recursos, o cooperamos para que todos podamos aprovecharlos de manera equitativa y sostenible, es decir que también puedan aprovecharlos las próximas generaciones.

Ese es el dilema con el cual nos enfrentamos a escala global y es parte de la agenda que la Alianza Cooperativa Internacional viene trabajando junto a cada uno de sus miembros y con distintos organismos internacionales.

Como parte de esa agenda, y en vistas de que somos un eslabón central de una red global para el Desarrollo Sostenible, hemos ido fortaleciendo nuestros vínculos con varios de esos organismos.

En 2019 compartí un encuentro con el entonces director general de la Organización Internacional del Trabajo, Guy Ryder, a propósito de los 100 años de la OIT. Firmamos en esa ocasión un memorando de entendimiento que reforzó la histórica relación entre la ACI y la OIT. 

De hecho, en los últimos años hemos afianzando mucho nuestro vínculo con esa organización que desde sus orígenes está vinculada al movimiento cooperativo.

Vale mencionar que el primer director general de la OIT, Albert Thomas, era un cooperativista.

Un siglo después, el cooperativismo sigue siendo un tema central para quienes componen el mundo del trabajo al punto que el trabajo decente y la Economía Social y Solidaria fueron incluidos como temáticas en la última conferencia de la OIT, a mediados del año pasado, coincidiendo con los 20 años transcurridos desde la aprobación de la recomendación 193 de esa organización.

Esa es una recomendación muy significativa para nosotros porque indica explícitamente a los gobiernos que promuevan un marco normativo favorable al desarrollo de las empresas cooperativas. 

Y, si bien tiene dos décadas de vigencia, cobra especial actualidad cuando hablamos sobre cómo las cooperativas son clave para recuperar el empleo en la pos-pandemia y cómo son clave también ante la transformación digital que está transformando nuestros modos de producir y consumir de manera tan abrupta y vertiginosa.

El propio Ryder reconoció en aquella jornada que compartimos juntos que las cooperativas eran verdaderas incubadoras de las formas de trabajo que requerirá el futuro, en la medida que llevan en su ADN la capacidad de crear y mantener puestos de trabajo decente aun en escenarios de fuertes transformaciones.

Nuestra probada trayectoria en la producción y distribución de bienes básicos para la vida, es la muestra más acabada de que efectivamente hay salida ante situaciones tan injustas y dolorosas como las que vivimos actualmente, a causa de la desigual distribución de esos bienes y también de la ya mencionada beligerancia con la cual se disputa muchas veces el control de esos recursos.

Lo podemos ver en el caso de los alimentos, las energías o las tecnologías, entre otros insumos básicos para que las economías funcionen y las sociedades puedan desarrollarse, prosperar y vivir dignamente. 

Por ejemplo, la producción agroalimentaria debe permitir vivir dignamente a quienes producen, optimizar esa producción y hacer llegar el alimento a cada hogar, donde también las personas deben poder acceder a ese alimento para vivir dignamente. 

Pues bien, tenemos un gran problema si la cadena de valor agroalimentaria está gobernada por la especulación, la competencia o el afán desmedido de acumulación de capital, en un mundo donde además hay 800 millones de personas que pasan hambre o sufren inseguridad alimentaria, la cuarta parte de ellas en América Latina y el Caribe.

Este es un drama que se multiplicó con la pandemia y que se intensifica por la invasión rusa a Ucrania y ha llevado a organismos internacionales a puntualizar que en nuestra región se deben proteger la producción agrícola y los sistemas de protección social, en busca de revertir a la inseguridad alimentaria y el aumento de la pobreza extrema.

Estos organismos (CEPAL, FAO y WPF, programa mundial de alimentos) advirtieron también que la inflación en el sector alimentario aumenta las dificultades de acceder a una dieta saludable y afecta, por supuesto, mucho más a los hogares con menores ingresos.

Ahora bien, ¿quién va a hacer frente a estos desafíos?

En primer lugar, los gobiernos tienen el deber de elaborar las mejores políticas para proteger a sus poblaciones, y los organismos internacionales deben velar por la aplicación de esas políticas además de coordinar acciones a nivel supranacional.

Pero los que trabajan día a día en el campo o en la ciudad, produciendo, agregando valor, distribuyendo los bienes que necesitan las familias, las empresas, los individuos, son actores del sistema económico que siguen un fin

Y las cooperativas tenemos un fin económico, pero seguimos de manera simultánea y NO contradictoria, eso es lo más importante, un fin social. 

Siempre digo que las cooperativas no somos empresas CON responsabilidad social, somos la responsabilidad social hecha empresa.

Es decir, podemos ser económicamente eficientes y socialmente responsables, al mismo tiempo.

Esto es lo que nos vuelve EL actor fundamental de un proceso de democratización de las distintas cadenas de valor, por caso, en el sistema agroalimentario, pero lo mismo podemos decir en cuanto al sistema financiero, de seguros, de consumo, etcétera…

¿Qué quiere decir esto? Que existe y funciona un modelo capaz de organizar la oferta y la demanda de manera no competitiva, sino cooperativa. Y que son los propios actores de la comunidad, en su calidad de productores, de consumidores, de trabajadores, etcétera. quienes tienen el control sobre ese mecanismo básico de la economía que es la oferta y la demanda.

Puntualmente en relación con la cuestión alimentaria, que es una de las prioridades sin dudas en el escenario actual, así como lo hicimos con la OIT para ofrecer alternativas en cuanto a la problemática del trabajo, hemos rubricado un memorando de entendimiento con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la FAO, y estamos coincidiendo en distintas acciones para reforzar el rol de las cooperativas para democratizar el sistema agroalimentario. 

La propia FAO reconoció en un informe publicado hace algunos meses, acerca de las cooperativas en América Latina y el Caribe, que son «un motor para la transformación de los sistemas agroalimentarios». 

Planteó que son «un modelo vigente y de futuro», que favorecen el desarrollo sostenible e inclusivo, que potencian el emprendimiento y empoderamiento y que estimulan la gobernanza y el desarrollo territorial.

Las cooperativas son vistas además como una herramienta clave para incluir a la agricultura familiar en las cadenas de valor agroalimentarias.

Tanto para los productores más pequeños como aquellos medianos o incluso los más grandes, el modelo cooperativo genera mejores condiciones para acceder a financiamiento, mercados, servicios, bienes e insumos a menor precio; incrementa el capital social de los agricultores, reduce las asimetrías de poder y propicia el trabajo decente; favorece el acceso de más actores a cadenas de valor y los encadenamientos productivos, contrapesando la concentración; y aportan un modelo de empresa participativo, transparente.

Que la propia FAO destaque estas virtudes y señale esta potencialidad de nuestro modelo, así como la hace la OIT, así como nos reconoce la Unesco, o la propia asamblea de Naciones Unidas al declarar el 2012 como Año Internacional de las Cooperativas dejando claro que son empresas que construyen un mundo mejor…. nos da la pauta de que no en vano transcurrimos casi dos siglos forjando un sistema de organización de las actividades esenciales de la vida humana que no es perfecto, seguramente, pero ha demostrado y demuestra día a día ser el más justo, el que provee más oportunidades a todas las personas, sin dejar a nadie atrás.

Y por eso nos animamos a proponer y a llevar delante de forma efectiva modelos que democratizan la creación, uso y gobernanza de las tecnologías -ya hay experiencias cooperativas en desarrollo de software, de plataformas colaborativas, de gestión de datos, etcétera en varios lugares de América y el resto del mundo-, proponemos la consolidación a nivel jurídico y social de un paradigma laboral asociativo, ante la crisis del empleo asalariado y la explosión del trabajo informal en muchos de nuestros países, proponemos una nueva arquitectura financiera que reoriente los recursos de las comunidades a las necesidades de las comunidades, dicho de otro modo, que las finanzas no estén atravesadas por un vector especulativo rentístico sino por un vector productivo y que atienda a las necesidades reales de las personas, las familias y las empresas de cada país, de cada pueblo, de cada ciudad…

Esto lo podemos proponer y demostrar en la práctica porque hemos creado, y debemos estar orgullosos de ello, un sistema asentado en valores y principios únicos, que respeta la libertad individual pero no exalta al individuo por sobre el conjunto, porque es inexorablemente un modelo pensado y ejecutado de tal manera que todos podamos resolver nuestras necesidades en conjunto.

Allí, en lo más profundo de nuestra doctrina, está el germen de la integración que es lo que nos hace fuertes, visibles y protagonistas de un momento histórico donde se necesitan certezas, donde se necesita un rumbo claro que nos saque de las crisis sociales, económicas, políticas y ambientales que vivimos como humanidad.

Somos parte de un movimiento compuesto por más de mil millones de miembros de tres millones de cooperativas, en todos los continentes. 

Y somos la mayor red global de empresas cuya actividad está orientada centralmente al bien común.

Eso ocurre gracias a que tenemos una Identidad que construimos y afianzamos a escala global pero que se encuentra enraizada en cada uno de los territorios donde estamos presentes.

Por eso es fundamental que, en cada región, en cada nación y en cada localidad se pueda debatir, reflexionar y acordar cuál es el mejor camino para poner en acción los principios que conforman nuestra Identidad como cooperativistas.

Celebro estos encuentros, estas oportunidades que nos damos de vernos, de dialogar, de reflexionar juntos. 

Les contaba antes que, desde que asumí la presidencia de la ACI hace poco más de cinco años, he tenido la posibilidad de estar en más de 50 países, en todas las latitudes del planeta, conversando mano a mano con cientos y cientos de cooperativistas. 

Les puedo asegurar que, más allá de las grandes diferencias de idiomas, culturales, geográficas, etcétera, todos hablamos un mismo idioma. 

Tenemos, como dije recién, una Identidad que nos hermana, y eso es lo que los hace fuertes y nos ubica como un actor protagonista, a la altura de las circunstancias históricas que nos toca vivir hoy como humanidad.

Es desde esa hermandad, desde esa Identidad que nos cobija a todos los cooperativistas del Mundo, que podemos construir un movimiento integrado.

Y como les describí al principio, esa integración se ha ido realizando a desde los sectores, las regiones… y como vimos la ACI es nada más y nada menos que el fruto de una integración de abajo hacia arriba, desde lo local a lo global, de nuestro movimiento cooperativo.

 Es la expresión de ese el proceso natural que está en la esencia cooperativista: asociarse con otros para resolver las diversas problemáticas que nos encontramos en nuestro día a día.

Así surgen las cooperativas, mirando a nuestro vecino y apostando a que asociándome con él voy a llegar más lejos que si voy solo, y que seguramente tenemos necesidades comunes que resolveremos más fácil juntos que separados.

Y así se integran también las cooperativas de una misma localidad, de un mismo país, de una región y, en última instancia, del mundo entero. 

También se integran, como les comenté hace unos instantes, las cooperativas por su rama de actividad, las cooperativas que nos integran en tanto trabajadores, consumidores, productores…

Todo el ecosistema cooperativo que habitamos hoy en día es fruto natural de largos y sostenidos procesos de integración regional, sectorial, política e institucional en cada uno de esos países donde nuestro modelo se desarrolla.

Y esto es lo que nos permite contar hoy con esa organización fuerte que recién les describí y que es nuestra principal herramienta para encarar A NIVEL GLOBAL pero también A NIVEL LOCAL los desafíos que enfrenta la humanidad.

En efecto, sabemos que hay desafíos globales, pero sabemos también que las respuestas son locales.

Aquí está otro de los temas clave que quiero compartir con ustedes y que es fundamental para explicar por qué puede ser exitosa la integración cooperativa. 

Es porque somos fuertes a nivel global que podemos lograr un impacto positivo, coordinado y unísono EN CADA LOCALIDAD, EN CADA TERRITORIO donde estamos presentes.

Nuestra matriz de acción, basada en esa doctrina universal que construimos a lo largo de tantas décadas, en esa hermandad que se traduce en una Identidad global de la cual todos nos sentimos parte, tiene canales de expresión en cada territorio y está en manos de cada comunidad, a partir de las experiencias de integración locales y nacionales, que son en definitiva las que sostienen toda esa estructura de integración a nivel mundial, como recién señalábamos.

Es cada comunidad la que, con su cultura, su historia y sus prácticas a cuestas, hace su propia experiencia de cooperación.

Voy a contarles un ejemplo de algo que está en pleno desarrollo y puede ayudarnos a ver esto de mejor manera.

Hace algunos años hemos empezado a darle mayor impulso y, sobre todo, hemos empezado a formalizar procesos de integración basados en el desarrollo local, es decir, motorizados por la proximidad de actores que tienen un mismo interés en un mismo territorio y que encuentran en los valores y principios de cooperación el mejor camino para llevar adelante esas tareas conjuntas.

Y no hablo solo de cooperativistas. Organismos públicos, empresas con otros modelos de gestión, mutuales, gremios, universidades, clubes, en fin, distintos espacios en los que participa la comunidad pueden ser parte de este tipo de desarrollos locales.

El que conozco más en profundidad y que voy a comentarles un poco es la Red de Municipios Cooperativos de Argentina, que impulsamos desde la Confederación nacional, Cooperar, pero sé que también se están llevando adelante iniciativas similares en otros países como Francia, Reino Unido, Corea del Sur, España…. y de hecho queremos desde la ACI fomentar y vincular estas experiencias, sumando también a ciudades y comunas que entienden que la integración en el territorio desde los valores y principios cooperativos es la clave para un crecimiento con bienestar social de cada uno de sus habitantes.

Les decía, la Red que impulsamos en Argentina integra hoy a más de sesenta municipios donde tanto los gobiernos -lo que llamamos nosotros las intendencias de esos pueblos o ciudades- como las cooperativas que actúan en esos territorios firman un acta compromiso para conformar una mesa de trabajo conjunto. 

Esa acta es propuesta por la Confederación y plantea al menos cuatro compromisos que deben ser asumidos en ese territorio. 

En primer lugar, el desarrollo local sostenible, es decir logrando al nivel más local el impacto positivo de los grandes objetivos globales vinculados al Desarrollo Sostenible; luego, la educación cooperativa, lo cual permite que esa agenda trascienda a las cooperativas y sea encarnada por el resto de la comunidad así como también por las nuevas generaciones; en tercer lugar, el compre cooperativo y local, fomentando que sean las cooperativas las que puedan proveer de bienes y servicios a distintos actores públicos o privados dentro de la comunidad, para lo cual estamos brindando herramientas desde Cooperar y ayudando a que las administraciones públicas compren efectivamente insumos a las cooperativas; y finalmente el cuarto compromiso, que es el cuidado cooperativo de la salud y el ambiente, consolidando o instalando -según el caso- circuitos virtuosos donde se involucran las cooperativas y los gobiernos municipales junto con otros entes comunitarios tanto en los cuidados de las personas que lo necesitan como en tareas de recuperación de residuos y reciclado, entre otras acciones.

Cada uno de estos compromisos asumidos por distintos Municipios es acompañado, supervisado y respaldado por alguna federación de cooperativas asociada a Cooperar, que es la garante en última instancia de que la Red cumpla sus objetivos. 

El impacto es local e involucra a distintos niveles de integración cooperativa e involucra también a distintos niveles de integración del sector público.

Porque no solo los gobiernos municipales están interesados en sumarse a esta Red. También las provincias, que serían la jurisdicción superior a los municipios. Hemos firmado dos actas con gobiernos provinciales en Argentina para ayudarlos a promover dentro de cada una de esas provincias este desarrollo local que se ejecuta luego en cada municipio.

Y a nivel nacional, finalmente, Cooperar ha interesado a distintos organismos del estado y existe una gran expectativa sobre cómo apoyar desde el nivel federal de la administración este tipo de proyectos que tienen impacto en lo local. 

El INAES, el instituto nacional encargado de promocionar y controlar a cooperativas y mutuales, nos ha facilitado varias herramientas para cumplir en distintos municipios de la Red, por ejemplo, con el compromiso del compre cooperativo.

Vemos entonces que no solo hay una gran potencialidad al integrarnos como cooperativas (formando federaciones o asociaciones y estas a su vez formando confederaciones, ligas nacionales, por ejemplo) sino que además podemos multiplicar esa potencia al concretar alianzas estratégicas con otras estructuras de integración. 

En el caso de estas alianzas con el sector público nos emparentan algunas cuestiones básicas. Entendemos que los gobiernos, ya sea a nivel municipal o provincial o nacional, son el resultado de la democracia política que ejercemos como ciudadanos…

Pues bien, las cooperativas son el fruto de la democracia económica que ejercemos como trabajadores, productores, consumidores, etcétera…

Y la misma lógica de integración sucede en términos territoriales. Más allá de variantes según cada país, en líneas generales los ciudadanos estamos organizados para administrar la política pública a nivel municipal, provincial y nacional, y también nos asociamos como trabajadores, ahorristas, productores, consumidores, etcétera, desde un nivel de mayor proximidad como una cooperativa de primer grado y luego en federaciones, que nos representan en un segundo grado (ya sea agrupando a cooperativas por sector o por cuestiones territoriales) y finalmente podemos hacerlo en un nivel mayor, como es una confederación, o como es aquí la Liga de Cooperativas, las Apex que les mencionaba antes, que son organizaciones nacionales que integran a todo el cooperativismo de un país y que finalmente confluyen en las organizaciones continentales y en la ACI como máximo nivel de integración a nivel internacional. 

Finalmente, les decía antes que ninguna de estos entramados puede agotarse en las propias cooperativas. 

No podemos ser solidarios en solitario.

Tanto en los ámbitos locales como en otros ámbitos nos encontramos con muchos actores que comparten, si no los mismos principios y valores tal cual los tenemos enunciados nosotros, al menos sí comparten la mayor parte de nuestra doctrina en términos de cómo organizar la actividad económica para que todos puedan ver satisfechas sus necesidades.

Esa forma de organizar la economía, que toma también distintas formas y denominaciones de acuerdo con quién o dónde lo dice, podemos referirla genéricamente como economía social.

También en este punto encontramos antecedentes y experiencias que nos muestran un camino hacia dónde ir. 

Vuelvo a referirme un instante a lo que más conozco, que es la experiencia de Argentina.

De hecho, hace algún tiempo hemos empezado a trabajar desde el punto de vista normativo y con algunas experiencias concretas que se vinculan precisamente al desarrollo territorial que describíamos recién, con modelos de cooperativas que llamamos de múltiples partes interesadas, que es un tipo de cooperativa que habíamos observado en otros lugares y que permite que se asocien personas físicas, jurídicas, públicas o privadas, con distintos intereses pero un mismo objetivo.

Es decir, puede haber una cooperativa donde se asocian el gobierno municipal, dos o tres cooperativas de esa localidad, una escuela y una cámara de pequeños empresarios, por poner un ejemplo, para llevar adelante obras de infraestructura o de conectividad a internet en distintas zonas de esa localidad.

Esto se está experimentando en varios ámbitos, como en los servicios de cuidados y otros rubros que hacen al bienestar de la comunidad y que no es de interés exclusivo de trabajadores por un lado, de consumidores por otro, o de usuarios por el suyo, si no de la comunidad en general.

Este es un modelo innovador de integración territorial e intersectorial que creo que tiene potencia y que se puede desarrollar mucho hacia adelante.

Ahora bien, vuelvo a hacer hincapié en cómo la integración en nuestro movimiento toma cuerpo institucional y les cuento que en Argentina, por ejemplo, en el plano de nacional, y puntalmente desde la administración federal de las políticas públicas, desde hace ya varias décadas el Inaes, el organismo de gobierno dedicado al cooperativismo y al mutualismo que recién les nombraba, tiene un Directorio integrado por cuatro representantes de este sector -yo soy uno de ellos, designado por la confederación Cooperar- y tres por el gobierno de turno.

Allí nos encontramos, entonces, los máximos representantes del mutualismo y del cooperativismo de Argentina (en los dos casos hay confederaciones, hay Ápex que integran a ambos sectores a nivel nacional) con los funcionarios designados por el Poder Ejecutivo para cogestionar políticas públicas que impactan precisamente en cada una de nuestras entidades. 

Por supuesto, no todos los gobiernos tienen la misma impronta, no todas las gestiones dedican los mismos recursos, incluso hay países donde se crean estructuras ministeriales, es decir, se da un rango muy importante a las políticas públicas dedicadas al sector de la economía social, pero lo que aquí quiero traerles particularmente es un modelo estatal de integración de lo público y lo privado, en este caso el cooperativismo y el mutualismo, para diseñar y gestionar esas políticas juntos desde adentro del propio Estado nacional.

Podemos encontrar integraciones similares a nivel internacional. De hecho, como les comenté antes, la ACI trabaja codo a codo con varias oficinas de Naciones Unidas, no solo la FAO, la OIT, la Unesco, también con la Task Force de Economía Social, con el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, entre otros… y formamos con varias de estas organizaciones el Comité de Promoción de las Cooperativas, el Copac. 

Con otros actores públicos y privados con lo que venimos profundizando nuestros vínculos hemos dado forma hace algunos meses a una Coalición Internacional de Economía Social y Solidaria.

Esto lo hemos debatido al interior de la ACI y hemos coincidido en que las cooperativas somos el tipo de organización que expresa de manera más acabada esta posibilidad de hacer efectivo un crecimiento económico con responsabilidad social en nuestras comunidades, en nuestros países, en nuestras regiones y a nivel mundial, pero que no somos las únicas ni podemos enfrentar solas los grandes desafíos que existen en cada territorio.

Por eso abrimos nuestros brazos y nos proponemos trabajar con todos aquellos que tengan visiones similares, que tengan propuestas en las cuales podamos coincidir y que tengan en algún sentido ese mismo gen, ese ADN cooperativista como lo tenemos nosotros, y que quizá están en otras estructuras o en otros ámbitos de integración, pero no por eso debemos estar aislados, sino al contrario.

Como mencioné al principio de esta charla, creo que son muchos y muy serios los desafíos que enfrenta la humanidad y creo que también es muy claro, por todo lo que hemos visto de nuestra trayectoria, nuestra potencia y nuestra inserción como movimiento en cada rincón del planeta, que el cooperativismo tiene que jugar un rol clave en la salida de todas estas crisis que nos atraviesan y que, finalmente, somos los cooperativistas los que podemos llevar certezas, esperanzas y visiones claras de futuro en momentos de incertidumbre, de dolor y de inestabilidad en nuestro planeta Tierra.

Hagámoslo desde cada lugar donde estamos, apropiémonos de esa doctrina universal que hemos sabido construir durante tantas décadas para ponerla en acción en cada uno de nuestros territorios, con nuestra propia idiosincrasia, con nuestra manera de expresarla… y ofrezcámosla para que otros también se nutran y la enriquezcan, por qué no…

Hagamos nuestra esa Identidad Cooperativa que tanto nos enorgullece e invitemos a otros a adoptarla y a vivirla junto con nosotros…

Hagámoslo con toda la fuerza, la esperanza y la convicción que nos da ser parte de esta gran familia cooperativista a lo largo y ancho del planeta…

pongámosle a esa Identidad nuestra impronta, la de cada pueblo, la de cada nación, ponganle ustedes la alegría y el entusiasmo inigualables que tiene el pueblo borinqueño…

Y sigamos encontrándonos y reencontrándonos… 

¡Sigamos integrándonos!

Este es el mensaje que quiero dejarles, espero haber sido claro, espero que estas palabras les aporten algo nuevo pero sobre todo espero alentarlos a seguir poniendo en acción nuestros valores y principios y a seguir trabajando juntos para construir entre todos un mundo más justo, más solidario, un mundo en paz…

https://twitter.com/ArielGuarco/status/1619055435088285699