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«Quisiera decirles en primer lugar que vengo de Argentina, donde vivo en una ciudad de poco más de 20 mil habitantes que se llama Coronel Pringles, en el corazón de la Pampa Húmeda. Donde además soy productor ganadero.

Soy Veterinario, y estudie en la ciudad de Tandil, una de las cuencas lecheras más importantes del país. Hice mi posgrado en Nutrición Animal en España y tengo un Magister en Economía Agraria. ¿Por qué les digo todo esto? Para que entiendan por qué realmente me siento muy cercano a todos ustedes y por qué estoy tan feliz de estar hoy aquí, tratando de reflexionar acerca de la estrecha relación que existe entre ustedes y el movimiento cooperativo.

Como ustedes saben, quienes nos dedicamos al trabajo en el ámbito rural estamos particularmente habituados a trabajar en escenarios de incertidumbre. Somos conscientes de que el trabajo de un año, o incluso el trabajo de toda una vida puede ser arruinado por una sequía o una inundación.

Sabemos que hay temas que no podemos controlar. Pero también sabemos que lo primero es cuidar nuestro suelo.

Si deforestamos, si adoptamos prácticas agrícolas depredadoras, entonces luego de la sequía vendrá el viento, o el agua, y arrastrará los nutrientes de nuestra tierra, y nos quedaremos sin sustento.

Lo primero es cuidar el suelo. Y todos sabemos que un suelo cuidado es un suelo con raíces. Raíces que la dan textura, que permiten que se desarrollen los procesos que sostienen la vida, que le dan firmeza frente a los factores que la erosionan.

De eso se trata. De tener un suelo con raíces.

De eso se trata el cooperativismo. De tener instituciones con raíces en el territorio. De que la economía tenga raíces en nuestro territorio.

Este es el principal aporte de las cooperativas para dar una respuesta sistémica a las crisis y a las catástrofes: construir economía con raíces.

Para dar firmeza a nuestra comunidad, para sentirnos menos vulnerables, más cuidados.   

Las cooperativas somos empresas de la comunidad y al servicio de la comunidad. Las cooperativas no se mudan, están donde están nuestros usuarios asociados, nuestros ahorristas asociados, nuestros trabajadores asociados o nuestros agricultores asociados.

Por eso las cooperativas somos economía con raíces.

Porque catástrofes ambientales o económicas vamos a volver a tener, pero para sortearlas o para encarar la reconstrucción, la comunidad necesita instituciones que tengan raíces en el territorio.

Necesita instituciones y empresas comprometidas con la comunidad donde desarrollan sus actividades. Y eso una vez más, somos las cooperativas.

Creo que ya nadie duda que esta pandemia que tan duramente está azotando a toda la humanidad, ha desnudado la enorme fragilidad que han demostrado los modelos de desarrollo imperantes.

Por eso estoy convencido de que debemos introducir en el debate el tema del modelo de empresa que elegimos para desarrollarnos.

Si no cambiamos el modelo de empresa que adoptamos para producir, para distribuir, para financiar, para invertir, para proveer de servicios, para cuidarnos, entonces no vamos a superar las fragilidades que ha puesto en evidencia esta pandemia.

No vamos a superar las enormes demoras que estamos teniendo para hacernos cargo del cambio climático. No vamos a superar la enorme desigualdad social que padecemos en todo el mundo, que es injusta y que nos debilita como civilización.

Los cooperativistas tenemos un modelo de empresa que nos permite construir economía desde la ayuda mutua, que nos permite incluir las dimensiones ambientales, culturales y sociales de nuestra comunidad. Por eso está alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible que propone Naciones Unidas en la Agenda 2030.

Ahora, nuestra responsabilidad como movimiento cooperativo, es señalar que no cualquier modelo de empresa es compatible con el desarrollo sostenible.

Si queremos una economía que genere una sociedad con igualdad, democracia y solidaridad, entonces debemos tener empresas organizadas a partir de los valores de la igualdad, la democracia y la solidaridad.

Si queremos construir economía con raíces, que supere las fragilidades que ha puesto en evidencia la pandemia, entonces debemos elegir los Modelos Empresariales que garanticen Compromiso con la Comunidad.

Los cooperativistas tenemos un modelo empresarial, definido en nuestra Declaración de Identidad Cooperativa, que es el más adecuado para construir una economía con raíces, que cuide a las personas y que cuide al ambiente.

Un Modelo que tiene Principios y Valores que están grabados en su ADN y que pone en el centro al ser humano y al desarrollo del contexto en que ese ser humano se desenvuelve.

Un Modelo que cree que la salida de esta y otras crisis es la cooperación, y no la competencia.

Un Modelo que en base a sus Valores desarrolla empresas que construyen Economía a partir de la ayuda mutua y no de la competencia.

Porque estamos convencidos que no somos eficientes como humanidad si queremos derrotar a nuestro vecino. Somos eficientes porque nos juntamos con el vecino para solucionar nuestros problemas comunes.

Los cooperativistas somos aquellos que creemos en la Democracia Económica. Por eso ponemos la Economía en Manos de las Personas.

Porque sabemos que no alcanza con la Democracia Política si después no contamos con empresas donde podamos decidir democráticamente en qué se invierte, qué se produce, cómo se organiza el trabajo. Ese es el segundo Principio Cooperativo, el Control Democrático.

Somos aquellos que creemos en la Organización Autónoma de la Sociedad Civil. Ese es nuestro cuarto Principio de Autonomía e Independencia.

Estamos más allá del debate de Mercado vs. Estado, o Estado vs. Mercado.

El punto es nuestro empoderamiento como ciudadanos. La capacidad para garantizar que el Estado esté al servicio de nuestras libertades y la capacidad para poder participar de los mercados en condiciones de equidad.

Somos la sociedad autónoma y democráticamente organizada, la que puede sumar coordinación social.

Somos también los que creemos que hay que compartir los saberes. Ese es el quinto Principio Cooperativo, de Educación, Formación e Información.

Si la información es poder, nosotros creemos en la democratización de los saberes. No porque seamos generosos. Sino porque creemos que mientras más sepa mi vecino, mejor pensaremos juntos la solución de los problemas comunes.

En ese sentido, decimos que somos la comunidad que organiza empresas para hacerse responsable de la construcción de una sociedad donde todos cooperemos para enfrentar nuestros problemas comunes. Y aquí claramente ponemos en acción nuestros 6to. y 7mo. Principios de Integración y Compromiso con la Comunidad.

Precisamente, este compromiso es el que nos motoriza a ver en la necesidad de nuestro vecino una razón para cooperar, no una oportunidad para lucrar.

Como siempre decimos, no somos Empresas con Responsabilidad social. Somos la Responsabilidad Social hecha Empresa.

Y esa responsabilidad no es solo con nuestra comunidad sino también con el ambiente.

Los cooperativistas estamos convencidos de que los recursos naturales están para satisfacer nuestras necesidades y las necesidades de nuestros descendientes, y no para multiplicar ganancias. Por eso decimos que nuestro modelo es el mejor para cuidar el planeta.

Toda eso es la Identidad Cooperativa, y ha quedado muy clara durante la pandemia.

En tiempos de catástrofes son más evidentes las ventajas de la cooperación por sobre la competencia y el individualismo. Si queremos desarrollo sostenible, que promueva la igualdad, el trabajo decente, la salud, la paz, que subordine el interés financiero a las necesidades de la humanidad, que trabaje por la igualdad de los géneros, entonces necesitamos Modelos Empresariales Compatibles y Convergentes con esos Objetivos.

Y el Modelo que les he descrito está compuesto a nivel mundial por más de 1200 millones de miembros, asociados a 3 millones de cooperativas que nos constituye en la mayor red global de empresas construidas desde los territorios, gestionadas de manera democrática y orientadas al bien común.

Somos la mayor red global de empresas identificadas con Valores y Principios que nos hermanan, más allá de las fronteras, más allá del volumen de cada una, más allá de la trayectoria y de la rama de actividad en la que se desempeñe cada una de nuestras empresas cooperativas.

Empresas que en su conjunto tienen una facturación equivalente al PBI de la quinta Economía del Mundo. Empresas que generan 280 millones de puestos de trabajo de forma directa, lo que equivale al 10 % del total de la población mundial ocupada y 8 veces mayor a las fuentes de trabajo generadas por las empresas que forman parte de los países del G20 en conjunto.

No somos empresas marginales que transitan el camino de la economía informal, y que si logran ingresar en la economía formal y crecen deben adoptar otra forma jurídica.

Somos empresas sólidas, con probada eficiencia, que pueden competir en el mercado, que es el mismo para todos, y hacerlo igual o mejor que las empresas que solo buscan el lucro, con la diferencia de que nuestras empresas deben ser económicamente eficientes y al mismo tiempo socialmente responsables.

Somos uno de los mejores modelos en cuanto a redistribución de la riqueza, ya que los excedentes generados por nuestras empresas, se distribuyen con decisiones democráticamente adoptadas por todos sus asociados.

Somos el único movimiento económico y social que está presente en todos los continentes y está integrado en una casa común, la Alianza Cooperativa Internacional, que tiene parámetros estandarizados y reconocidos a nivel mundial, los Principios y Valores Cooperativos.

Somos quienes podemos ofrecer hoy al Mundo un horizonte hacia dónde ir, partiendo de la premisa de que en momentos de fuertes crisis como la que está atravesando la humanidad, como ha dicho el Papa Francisco, nadie se salva solo, y de que solo podemos salir mejores de esta crisis si lo hacemos cooperando.

Un movimiento que tiene más de 175 años de vigencia y que se ha desarrollado en distintas latitudes del planeta, más allá de las diferencias políticas, sociales, y culturales y superando contratiempos de todo tipo.

Un movimiento que está convencido de que nuestros Principios Cooperativos, que son nuestras prácticas para organizar empresas, son adecuados para dar cuenta de los grandes desafíos que enfrentamos como humanidad.

Un movimiento cooperativo en Dialogo permanente con las otras Organizaciones de Representación Internacional.

Para contribuir a ese debate escribí el libro Principios Cooperativos en Acción frente a los desafíos de la agenda global.

El objetivo del libro es discutir y mostrar con ejemplos concretos, cómo los cooperativistas participamos de los desafíos de la agenda global.

Un tema en donde me tomo el atrevimiento de avanzar es en el financiero. No nos tiene que alcanzar la inclusión financiera. Debemos ser la base para un profundo proceso de democratización del sistema financiero, que logre poner a las finanzas al servicio de las necesidades del Desarrollo Local Sostenible. Esto es ambicioso, pero no imposible.

Allí discuto la necesidad de superar la visión de que las cooperativas son solamente un camino para la inclusión financiera, es decir, para que las familias y pequeñas empresas puedan acceder al sistema financiero.

Las cooperativas de ahorro y crédito son el mejor camino para que el ahorro local se transforme en créditos para el Desarrollo Local.

Las cooperativas, por su importancia en el sistema financiero, su presencia en casi todos los países del mundo, y por su enorme capital en términos de diversidad de modelos para el ahorro y crédito de base solidaria, son las que están en mejores condiciones de aportar a la Democratización del Sistema Financiero en sus tres niveles: local, nacional y global.

Pero no se trata solo de finanzas. Si hablamos de otro de los grandes desafíos que enfrentamos como humanidad, el Cambio Climático, allí tenemos una gran experiencia por ejemplo en la organización de cooperativas de agua potable. Cooperativas que la comunidad organizó para acceder en forma autogestiva al agua potable y a los servicios de saneamiento.

En el tercer capítulo del libro, “Agenda cooperativa para la defensa del planeta”, discuto como avanzar para que estas cooperativas, orientadas a satisfacer necesidades locales muy concretas, pasen a constituirse en plataformas de participación de la comunidad hacia la una gestión sostenible de las cuencas hídricas.

Esto no es sencillo, requiere trabajar la cultura hídrica de nuestras sociedades y replantearnos nuestra relación con los poderes públicos.

Temas similares analizo sobre las cooperativas eléctricas. Cómo logramos que estas cooperativas, que organizó la comunidad para que la electricidad llegue a cada uno de sus hogares y empresas, y que se encuentran en muchos países de nuestro continente, se transformen en la base de un proceso de democratización en las decisiones de inversión en energía.

Que garanticen que los usuarios tengan la voz principal sobre cuáles son las fuentes de energía deseables. E incluso sobre cuál es el consumo de energía que asumimos como ambientalmente sostenible en cada ecosistema.

Hay todo un capítulo que discute qué estamos haciendo frente al impacto de las nuevas tecnologías en la organización del trabajo. Otro de los grandes desafíos que enfrenta la humanidad.

Qué aportes podemos realizar para que las nuevas tecnologías no sean fuente de más precarización laboral, sino el camino hacia la dignidad del trabajo humano.

En ese capítulo, titulado “El camino de la cooperación hacia el futuro del trabajo”, comento lo que estamos debatiendo desde la ACI con el Organización Internacional del Trabajo.

Creo que somos los que más podemos aportar en términos de innovaciones a la organización del trabajo, porque como coincidimos con Guy Ryder, Director General de la OIT, en el Seminario Conjunto que realizamos la ACI y la OIT con motivo de su centenario, las cooperativas somos un verdadero laboratorio de innovación en términos de organización del trabajo.

Otro tema, al que dedico todo un capítulo, es la discusión de cómo construimos una agenda cooperativa para la paz, que es un compromiso que asumimos como Alianza Cooperativa Internacional en nuestra Asamblea en Kigali, Ruanda, en 2019.

No debemos olvidar que, antes de la pandemia, ya vivíamos la peor crisis migratoria desde la segunda guerra mundial. Eso seguramente está empeorando en estos días.

No podemos menos que alarmarnos cuando, aún en plena pandemia, no se logran desactivar los conflictos armados en el mundo. Incluso hemos visto retrocesos en estos días, como en el caso de medio oriente.

Por eso propongo en el libro que retomemos el debate sobre como desde el cooperativismo generamos las condiciones adecuadas para que nuestras comunidades se trasformen estructuralmente en comunidades más armónicas, que alejen los conflictos y que promuevan relaciones pacíficas entres sus habitantes.

Todos los cooperativistas deben saberse parte de un movimiento internacional pacifista que siempre será contrario a la violencia y que nunca callará frente a las situaciones de violencia estructural que ponen en riesgo la paz de los pueblos.

También planteo la discusión sobre los aportes que pueden hacer las cooperativas agropecuarias y de consumidores para cambiar las pautas de producción y consumo de alimentos, objetivo indispensable para la defensa del ambiente y para terminar con el hambre.Quiero aprovechar la oportunidad para contarles que estos serán algunos de los ejes principales de trabajo en nuestro próximo Congreso Mundial Cooperativo, que realizaremos en Seúl, República de Corea, del 1 al 3 de diciembre y en el que se podrá participar de forma presencial y también de manera virtual, desde cualquier lugar del planeta.

Ahora bien, centrándonos en el cooperativismo agropecuario, debemos decir que contamos con un modelo que defiende el trabajo de sus productores agrícolas y ganaderos asociados, y que ha mostrado capacidad para participar en los mercados más exigentes.

Cualquier análisis del cooperativismo agropecuario en el mundo nos da cuenta de organizaciones con una fuerte participación en el mercado, como la coreana NH Nonghyup o la japonesa Zen Noh, las dos mayores cooperativas agropecuarias del mundo, según el World Cooperative Monitor.

El cooperativismo argentino acaba de firmar un acuerdo con la Indian Farmers Fertiliser Cooperative, una central cooperativa especializada en fertilizantes, con más de cinco millones de agricultores asociados en la India. Lo hicimos para trabajar juntos proyectos de inversión en la producción de fertilizantes con tecnología de vanguardia. Específicamente, nanourea.

Me acompaña hoy aquí el Presidente de la Asociación de Cooperativas Argentinas, una organización integrada por 140 cooperativas y 50.000 productores de todas las actividades.

Son enormes las posibilidades si trabajamos en forma conjunta, pensando en lo global, pero desde el interés de nuestros productores locales.

Hay muchas cooperativas muy importantes en el sector lácteo. Land O’Lake y Dairy of Farmers of América en Estados Unidos, Friesland Campina en los Países Bajos, Arla Food en Dinamarca, Fonterra en Nueva Zelanda, Amul en India que nos acompaña en este panel, y tantas otras. Sé que, con varias de ellas, la Femeleche ya ha tenido contacto.

El sector lácteo es uno de los más cooperativizados del mundo. Los países líderes en producción láctea tienen fuertes organizaciones cooperativas, que a menudo representan cerca del 90 % del acopio de leche.

Esto obedece a la fuerte asimetría que existe en la capacidad de negociación del productor lechero con el sector industrial y comercial.

El productor de leche debe realizar inversiones fuertemente especializadas. Ustedes conocen bien, el tiempo, esfuerzo y dinero que insume contar con un rodeo lechero y con instalaciones de ordeñe. Y una vez que se hicieron estas inversiones, deben salir al mercado con un producto altamente perecedero.

La única forma de que esto sea sostenible, es estar fuertemente integrados a una cadena de valor, y la mejor forma de hacerlo en forma equilibrada, es hacerlo a partir de la cooperativización de los productores.

Si queremos un sector ganadero con espacio para los pequeños y medianos productores, el camino sostenible es construir cadenas de valor equilibradas, a partir de la organización cooperativa del productor.

Y en este punto quiero subrayar un tema: no hay un solo tipo de cooperativa láctea. Se organizan distintos tipos de cooperativas según el tipo de productor, según la organización general del sistema lácteo y de acuerdo a las características de cada mercado.

Hay modelos cooperativos orientados a ganar escala en la producción primaria.  Varios productores, por ejemplo, pueden compartir en forma cooperativa las instalaciones de ordeñe, y negociar en forma conjunta sus contratos de entrega con la industria.

Hay cooperativas que funcionan como pool de leche. Esto es, negocian en forma colectiva con la industria un volumen importante de leche, garantizando condiciones equitativas a todos los asociados. Son las llamadas cooperativas de negociación.

Hay cooperativas que integran la primera industrialización, y compiten en el mercado internacional de commodities.

Hay también cooperativas de escala nacional, con marcas propias, que así logran defender el valor de sus productos en las góndolas del comercio minorista.

Hay cooperativas más pequeñas orientadas a abastecer mercados locales, con una fuerte identidad local que los consumidores valoran.

El mensaje que quiero dejarles, es que no hay un solo tipo de cooperativa láctea, y que desde la ACI estamos dispuestos a colaborar con el sector lechero mexicano para encontrar el o los modelos más adecuados en cada situación.

Es más, desde la ACI estamos trabajando con el concepto de Cadenas de Valor Éticas. Y en ese terreno creo que los cooperativistas podemos hacer un aporte importante al sector lácteo.

Como ustedes saben, el mercado internacional lácteo suele ser un mercado de excedentes, y por lo tanto muy vulnerable a maniobras especulativas.

Creo que, si logramos forjar alianzas transfronterizas entre cooperativas de consumo comprometidas con cadenas de valor equitativas, con responsabilidad social y ambiental, y cooperativas lácteas cuidadosas de la sostenibilidad social y ambiental de sus cuencas, podremos hacer una diferencia importante a favor de la salud, el desarrollo rural y el cuidado del ambiente a escala global.

Esta idea de las Cadenas de Valor Éticas, por ejemplo, será abordado en nuestro Congreso Mundial Cooperativo y está liderado por Suomen Osuuskauppojen Keskuskunta (SOK) Corporation, una cooperativa finlandesa de consumo con dos millones de miembros y presencia en otros países nórdicos y en Rusia. Creo que los productores y consumidores latinoamericanos y nórdicos deben darse la oportunidad de pensar juntos cadenas de valor éticas, al servicio de la salud, del desarrollo rural, del cuidado del ambiente.

Pero todo esto no es posible, sino contamos también con políticas públicas apropiadas.

Las cooperativas necesitamos un marco legal y tributario que sea acorde a nuestra naturaleza jurídica. Las cooperativas contribuyen con sus impuestos al financiamiento del Estado, pero deben hacerlo con tributos acordes a su Naturaleza Jurídica.

Su objetivo no es maximizar la ganancia sino minimizar el costo del servicio que necesita el asociado, en este caso el productor asociado.

Si no se entiende esto, se castiga el asociativismo, y con ello se beneficia la construcción de monopolios, que tanto mal hacen en el sector agropecuario.

Necesitamos también pensar junto con los gobiernos el desarrollo de cada uno de los sectores de la economía.

Esto es muy evidente en el sector lácteo. Los países que cuentan con un sector lácteo equilibrado y consolidado, se caracterizan por un trabajo conjunto entre los estados nacionales, los gobiernos locales y los productores autónoma y democráticamente organizados en cooperativas.

Temas como la seguridad alimentaria, los problemas de estacionalidad en los precios, la volatilidad de los mercados externos, la provisión de genética adecuada para cada ecosistema, la administración de riesgos, la financiación de stock, etc., requieren un ajuste fino que sólo se logra con un sector lácteo muy integrado y equilibrado a través de la organización cooperativa, y políticas públicas que den previsibilidad a los múltiples actores que integran la cadena.

Construir un sector lácteo integrado, protagonista del Desarrollo Sostenible de su comunidad, en diálogo con los consumidores preocupados por su salud y por el ambiente, puede ser un aporte decisivo para avanzar en los problemas globales que enfrentamos como humanidad.

Estos son tiempos con enormes desafíos. La pandemia nos ha mostrado la fragilidad de nuestra sociedad. Nos ha mostrado las debilidades que tenemos para cooperar en la solución de los problemas comunes.

Estamos siendo testigos, en estos días, de cómo la desigualdad social se traduce automáticamente en una escandalosa desigualdad en la distribución de vacunas, y eso nos hace más vulnerables a todos.

Los problemas sociales se han agudizado producto de la crisis sanitaria, y la recuperación será difícil para muchos.

Acabamos de leer, la semana pasada, el Informe del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas. Habla de calentamiento global irreversible y de desastres sin precedentes.

En cualquiera de las hipótesis de trabajo se espera que el incremento de 1,5ºC respecto a la era preindustrial lo alcanzaremos en el 2030, diez años antes de los previsto.

Debemos encarar grandes cambios, cambios que sólo son posibles con un fuerte protagonismo de los actores locales. Con una fuerte discusión sobre la forma en que debemos organizarnos para producir, transportar y consumir.

Y eso incluye una fuerte revisión de todo el sistema agroalimentario.

Por eso creo que el debate que hoy tiene Femeleche no es sólo sobre los caminos más adecuados en beneficio de los productores lecheros. El debate es cómo los productores lácteos participarán en la transformación social que requiere, en forma urgente, el desarrollo sostenible.

Desde el cooperativismo tenemos algunas respuestas. Decimos que ese camino de transformación debe empezar por contar con empresas democráticamente controladas por los productores, enraizadas y comprometidas con el Desarrollo Sostenible de sus territorios.

No hay desarrollo rural equilibrado sin organizaciones cooperativas.

No hay desarrollo sostenible sin un fuerte sector de la Economía Social con capacidad de poner en el centro a la persona y al ambiente.

Esa es nuestra propuesta, construida desde nuestra identidad cooperativa, pensada desde las necesidades locales, consciente de los desafíos globales que enfrenta. Necesitamos un sector agropecuario mexicano que sea parte del camino cooperativo hacia el desarrollo sostenible.

El desarrollo sostenible debe ser global. No tiene sentido hablar de una fracción de planeta sostenible. Pero para eso se requiere un proceso de transformación construido desde cada localidad.

Porque los problemas son globales, pero las respuestas deben ser locales.

Por eso quiere darle las gracias a Femeleche y a sus autoridades por estar pensando en el camino de la cooperación para construir un sistema lácteo mexicano equilibrado, generador de riqueza y cuidadoso de las personas y el ambiente.

Porque al hacer esto están contribuyendo, desde su territorio, a superar los enormes desafíos que enfrentamos como humanidad.

Hay tres millones de cooperativas pensando en similares términos en el mundo.

Construyamos economía desde el interés de nuestros territorios. Hagámoslo democráticamente, construyamos entre todos los consensos necesarios para que la transformación que hoy el mundo necesita no deje a nadie atrás, como bien dice la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

Los invito a formar parte de la mayor red de empresas del mundo, una red de empresas con un código de valores único y con un firme compromiso para trabajar juntos, para que todos tengamos la oportunidad de desarrollarnos en equidad, con responsabilidad, para que seamos parte de una nueva economía global pensada y construida desde el interés de nuestras comunidades.»


Ariel Guarco en México (Por Juan Pablo de León Murillo)