Mensaje en la apertura del segundo evento regional del Año Internacional de las Cooperativas organizado por Cooperativas de las Américas y las socias de la ACI en México, del 27 al 29 de agosto en Cancún:, con el título Finanzas Cooperativas para la Integración y la Agenda 2030.

«Es un gusto volver a encontrarnos en este segundo evento regional dentro de lo que ustedes han definido como agenda para este año tan particular.

Recuerdo el 20 de febrero, allí en Punta del Este, cuando se lanzó esta agenda, las expectativas que teníamos en un marco de organizaciones aliadas inmejorable… podemos decir sin lugar a dudas que el continente americano está a la altura de esas expectativas que ha creado y que el tránsito por el camino trazado para este Año Internacional de las Cooperativas está dando sus frutos.

El tema que hoy nos convoca nos plantea distintos desafíos:

En primer lugar, hace muchas décadas las cooperativas venimos demostrando el potencial de nuestro modelo socioempresarial para poner los recursos financieros al servicio de las comunidades.

Esto es, al servicio de la producción y el trabajo local, a favor de la creación y agregado de valor en origen, de la construcción de hábitat sostenible, de la valorización del ahorro de las personas y de la canalización de la inversión hacia proyectos que tiendan al bien común.

No sería novedoso contar cómo las cooperativas logramos construir ecosistemas financieros centrados en las personas y el ambiente.

En todo caso, muchas de sus organizaciones, particularmente muchas de las organizaciones de México que he tenido el gusto de conocer de primera mano en otras oportunidades, y en varios países de este vasto continente americano y en otras regiones del mundo, son la prueba viva y fehaciente de este modelo de probada eficiencia en materia financiera.

Seguramente en estas jornadas habrá lugar para conocer más en detalle el funcionamiento y las novedades de este tipo de experiencias.

Lo que sí quiero destacar es la relevancia de este tema en un momento tan particular como el que estamos viviendo.

Este Año Internacional de las Cooperativas es, por un lado, el corolario de un proceso de fortalecimiento de vínculos con distintas organizaciones internacionales, centralmente con órganos de Naciones Unidas en los últimos años, proceso de vinculación que en América ha tenido y tiene un particular énfasis.

En este proceso hemos venido dando cuenta de lo que para nosotros significa operar los recursos financieros desde una perspectiva cooperativa, no solo para distribuir de manera equitativa las oportunidades de desarrollo individual y colectivo en cada comunidad sino para impulsar la democratización del sistema financiero en cada país, en cada región y a escala global.

En 2015, tres años después del primer Año Internacional de las Cooperativas declarado por la ONU, se celebró como ustedes saben la conferencia de Addis Adeba, que fue la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Financiamiento para el Desarrollo. No es casualidad que en las conclusiones de aquel encuentro haya sido reconocido el papel fundamental de las cooperativas en este sentido, así como en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible como parte de la Agenda 2030.

Precisamente ahora, que estamos entrando en el tercio final del plazo que supone esta Agenda de Desarrollo Sostenible que conocemos acabadamente, reconocemos que estamos a mitad de camino, en realidad muchos más atrás: solo el 16 % de los Objetivos de Desarrollo Sostenible están bien encaminados y la brecha de financiamiento para la Agenda 2030 se ha ampliado a 4 billones de dólares anuales, entonces las organizaciones comprometidas con esta agenda sabemos que debemos redoblar los esfuerzos para acelerar el cumplimiento de esos objetivos.

Entremedio, atravesamos la peor crisis sanitaria de la era global, nos paralizamos como humanidad durante varios meses, interrumpimos el ciclo productivo, cultural, social… y floreció el ambiente… No sé si volvimos luego a la normalidad, o a una nueva normalidad, pero sí creo que se han acentuado los desafíos que tenemos en un mundo con el mayor número de conflictos armados abiertos desde la Segunda Guerra Mundial, con más de 100 millones de jóvenes desempleados y muchos más que ni siquiera salen a buscar trabajo, 2.800 millones de personas padeciendo déficit habitacional, con más de 600 millones de sufriendo inseguridad alimentaria y la mitad de ellos en situaciones de hambre extrema.

En este escenario sobreviene este segundo Año Internacional de las Cooperativas.

Que es entonces algo más que una simple declaración: es la materialización de una serie de alianzas estratégicas cuyo impacto se ve, y debe verse cada vez más, en cada territorio donde nuestro sector tiene sus raíces, precisamente por la urgencia de resolver todas esas y otras problemáticas junto a las comunidades, poniendo en el centro a las personas y al ambiente.

Me habrán escuchado decir más de una vez que una de las ventajas que tiene nuestro movimiento es que ofrece respuestas locales a los grandes desafíos globales.

Sabemos sobradamente que no podemos resolver todos estos desafíos que enfrentamos como humanidad compitiendo, sino cooperando.

Todas las acciones de incidencia que podamos realizar bajo esta consigna este año deben ir en ese sentido y, particularmente en lo que respecta a las finanzas, debemos ser claros en que gran parte de las injusticias y los dramas que antes mencionaba tienen solución rápida si potenciamos las alianzas público-privadas para orientar en distintos niveles los recursos a quienes más lo necesitan.

Y no me estoy refiriendo simplemente a redistribuir lo que hay de manera un poco más igualitaria. Me estoy refiriendo a revalorizar el trabajo, la producción y a motorizar desde la empresa cooperativa las estrategias soberanas de desarrollo de cada comunidad.

Los recursos que allí se generen pueden y deben volver a esa comunidad en forma de ahorro e inversión para seguir alentando la producción local, para generar más y mejores condiciones laborales, para que esa comunidad avance sin dejar a nadie afuera y sin dejar a nadie atrás.

Creo que debemos poner un gran énfasis en esto, ustedes lo están haciendo en América, lo estamos haciendo a nivel mundial a través de la ACI y nuestra sectorial financiera, y cada organización nacional debe saber que cuenta con estos paraguas regionales, sectoriales y globales para trabajar en su país, en las subregiones y en cada localidad, democratizando de hecho el sistema financiero para favorecer a las personas y al ambiente.

En este sentido, es significativo que la declaración de este Año Internacional recoge el documento final de Addis Adeba, así como otras declaraciones y resoluciones de cara a lo que será la Segunda Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Social, donde cerraremos formalmente la agenda de este 2025 pero, yo siento queridos colegas y representantes de las organizaciones aliadas, que estaremos empezando un camino.

En efecto, creo que encuentros como este, como el que se realizó en Chile, donde tratamos temas como la productividad y el desarrollo territorial, así como los que van a realizarse en Paraguay y Panamá próximamente, junto con actividades que están teniendo lugar en otras regiones, son el prolegómeno de la cita que tendremos en Doha para, a partir de ahí, instalar de manera definitiva al modelo cooperativo como vector principal del desarrollo sostenible en el mundo.

Creo que podemos rescatar también en ese sentido algunas conclusiones de la reciente Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, como son movilizar inversión a gran escala para el desarrollo sostenible; enfrentar la crisis de deuda y desarrollo, incluyendo mecanismos automatizados de suspensión de pagos en crisis; y finalmente reformar la arquitectura financiera internacional, con mayor inclusión y justicia fiscal.

Seguramente, queridos amigos y amigas, quienes estamos aquí estamos mayormente convencidos de que sin economía cooperativa no hay desarrollo sostenible. Más aún, sin un lugar central en cada país y en cada región para las empresas basadas en principios y valores cooperativos, no hay agenda de Desarrollo Sostenible que pueda cumplirse.

Lo podemos decir con humildad, pero también con la plena convicción de que nuestra agenda de Desarrollo Sostenible tiene 200 años. Y está probada en los territorios y en las comunidades.

Por eso debemos aprovechar este marco internacional histórico para potenciar nuestra incidencia sobre los gobiernos nacionales y sobre todos los organismos encargados de confeccionar regulaciones y marcos políticos y legislativos en busca de optimizar el funcionamiento de las empresas cooperativas.

Sobre el tema que aquí nos ocupa, el mandato es claro: o aumentamos el peso de las finanzas cooperativas, solidarias, comunitarias, para el progreso y el bienestar efectivo de las poblaciones o hegemoniza el sistema el vector especulativo-rentístico, que acumula capital con el solo fin de valorizar el capital y se olvida de las necesidades reales de los individuos, las familias y las empresas de la economía real.

Esto está en discusión en muchos de nuestros países, no podemos hacernos los distraídos.

La regional americana de la ACI en particular ha tenido en muchas oportunidades acciones y posicionamientos claros al respecto. El más reciente, si no me equivoco, en relación con una situación muy delicada en el Ecuador, que ameritó la intervención del Comité de Derecho Cooperativo de la ACI en contra de una regulación que ponía en jaque al sistema cooperativo de ahorro y crédito.

Recuerdo hace varios años atrás, también, que en una reunión de Consejo en mi país este continente acompañó en pleno un posicionamiento del cooperativismo argentino en contra de los llamados fondos buitre, fondos especulativos que querían aprovecharse de la deuda pública nacional en un momento donde esta, era renegociada.

En 2016, también hubo una clara defensa de las cooperativas puertorriqueñas que estaban siendo seriamente afectadas por un desplome en el valor de títulos públicos, si mal no recuerdo.

En definitiva, siempre dijimos lo mismo desde América, y hoy lo decimos claramente desde la ACI, para quien lo quiera escuchar: las finanzas son instrumentos de desarrollo de los pueblos al servicio de los pueblos, y deben ser útiles para generar trabajo decente, para crear hábitat digno, para producir y consumir de manera más asequible y amigable con el ambiente… no pueden ser la herramienta del capital concentrado para especular y maximizar las ganancias a cualquier costo.

Entonces, para finalizar y seguramente vamos a profundizar sobre este tema en los paneles que siguen, quisiera que tengamos conciencia del poder que tenemos desde el movimiento cooperativo a través de, ni más ni menos, que más de 85 mil cooperativas que operan en el sistema financiero bajo nuestros principios y valores, en todos los continentes, administrando activos por más de 3 billones de dólares de manera democrática y transparente, cubriendo las necesidades financieras de más de 400 millones de personas.

Si hablamos de Desarrollo Sostenible, partamos de esta base: tenemos los instrumentos en cada territorio para consolidar, desde lo local a lo global, desde abajo hacia arriba, desde la periferia hacia el centro, un paradigma cooperativo que imponga definitivamente en el sistema financiero un vector productivo, inclusivo y solidario.

Como dijo hace unas semanas el Papa León catorce, hablando de las plataformas digitales y los algoritmos, “si el instrumento domina a la persona, entonces la persona es el instrumento”.

Lo mismo podemos decir de la gestión del capital. O el capital es la herramienta para que las personas nos realicemos individual y colectivamente, cooperando unas con otras, o somos esclavos de unos pocos capitales que se valorizan y se maximizan a costa nuestro.

Y, lo que es aún más inquietante: a costa de la exclusión, la precarización y la explotación de millones de seres humanos.

Esto lo podemos ver de manera flagrante en un continente por demás desigual como el nuestro, donde las grandes urbes son cada vez más el paisaje contrapuesto entre -por un lado- grandes y modernos edificios de negocios deslocalizados, en muchos casos producto de la especulación financiera e inmobiliaria, y, al mismo tiempo, de familias enteras que duermen en las calles y de jóvenes que pedalean a toda velocidad para obtener un mínimo sustento a través de plataformas, también despersonalizadas y deslocalizadas, que no les reconocen derecho laboral alguno.

Queridos amigos, colegas y representantes de organizaciones aliadas, los debates que mantengamos en las próximas horas no son para cumplir con una agenda simbólica, en un año simbólico.

Son, así lo siento y espero poder aportar en este sentido, una oportunidad clara de poner sobre la mesa nuestras inquietudes, propuestas y tener todos los intercambios necesarios para mejorar el desempeño de nuestras organizaciones en todos los niveles, multiplicar el impacto territorial de nuestras acciones y profundizar nuestra incidencia en todos los ámbitos donde estamos trabajando.

Enfocados en la discusión sobre el presente y el futuro del sistema financiero y aprovechando esta instancia de integración que nos ofrece Cooperativas de las Américas, como organización regional de la Alianza Cooperativa Internacional, les propongo que avancemos de manera contundente hacia la democratización de un sistema financiero que esté al servicio de un mundo sostenible, de un mundo próspero, de un mundo inclusivo, de un mundo en paz.»