Mensaje durante un foro político de alto nivel en Naciones Unidas, en ocasión de realizarse el evento preliminar de lanzamiento (organizado por el Copac) del 2025 como Año Internacional de las Cooperativas:

«Es un honor estar hoy en este lugar para compartir una jornada realmente histórica.

No es la primera vez que me toca estar aquí como presidente de la Alianza Cooperativa Internacional.

Hemos participado en otras oportunidades en ocasión de conmemorar el Día Internacional de las Cooperativas, pero hoy nos reúne un hecho que realmente va a trascender durante mucho tiempo.

Como ustedes saben, el modelo de gestión socioempresarial que encarnan las cooperativas tiene alrededor de dos siglos de probada trayectoria, en distintos lugares del mundo.

Podríamos decir, aun mas, que tiene sus raíces en prácticas de solidaridad ancestrales, cuando los primeros seres humanos en la tierra entendieron que debían cooperar para sobrevivir.

Pero los seres humanos hemos también creado otro tipo de prácticas y hemos organizado, en los últimos tiempos, sistemas de acumulación basados en el egoísmo, la devoción por lo material y en lo que llamamos la cultura del descarte.

Descarte de cosas y de personas.

Vivimos, por tanto, en un mundo muy avanzado en términos tecnológicos y, al mismo tiempo, profundamente desigual.

Vivimos en un mundo, además, donde los conflictos geopolíticos amenazan la estabilidad global y la violencia armada genera dolor, muerte y sufrimiento a millones de personas día a día.

Vivimos en un mundo donde los recursos naturales son depredados y el cambio climático amenaza la vida de todas las especies, incluidos los humanos.

Es, por tanto, momento de acelerar todas aquellas transformaciones que nos permitan avizorar un futuro sostenible, es decir, un futuro donde las nuevas próximas generaciones puedan vivir en mejores condiciones sociales, naturales, culturales y políticas que lo que nosotros lo estamos haciendo.

Es momento de recuperar la genética cooperativa que tenemos las personas y que no solo nos permitió sobrevivir en contextos hostiles hace millones de años sino que nos permitió crear prosperidad y bienestar.

Porque, no hace falta profundizar en un ámbito como este, es la cooperación entre las comunidades del mundo la que ha permitido superar los impactos dramáticos de las guerras mundiales, las catástrofes naturales y las crisis sanitarias como la que vivimos hace muy poco tiempo.

Y es la cooperación a nivel global la que permite, también, gestar nuevas tecnologías al servicio de la prosperidad individual y colectiva.

Es la cooperación la llave que destraba los conflictos y que garantiza una paz positiva, una paz que sea más que el cese de la violencia, una paz que sea fruto de equilibrios sociales, económicos, ambientales y políticos en cada región del mundo.

Es momento de consolidar este paradigma. Es momento de generar en cada nación y a escala global las condiciones necesarias para resguardar este ecosistema de aquellas iniciativas que atentan contra la democracia económica y la justicia social.

Pero, sobre todo, es momento de encender los motores de la cooperación a nivel de los gobiernos en conjunto con otros actores públicos y privados para llevar adelante un verdadero proceso de estabilización a nivel mundial y volver a poner la economía en manos de las comunidades, de las necesidades reales de las personas, de la prosperidad de las familias, volver a anclar el crecimiento económico en las dinámicas de la producción y el trabajo, distribuyendo oportunidades de manera justa y equilibrada.

En este sentido, en un mundo desigual, sabemos que hay distintas responsabilidades históricas. Todos queremos un mundo más sostenible, pero hay pueblos que necesitan industrializarse o reindustrializarse para crecer.

Quienes ya lo han hecho, deben contribuir a una transición justa, donde se respete además la soberanía de cada comunidad para acordar la estrategia de desarrollo más acorde a las necesidades de sus integrantes, sobre todo los más vulnerables.

Las cooperativas son, para esto, herramientas autónomas de cada comunidad, de cada pueblo, de cada nación.

Hermanadas a nivel mundial, son las que dan respuestas locales a los desafíos globales, y las que muestran día a día el impacto de la ayuda mutua y la solidaridad en cada territorio.

La consigna para el Año Internacional de las Cooperativas es, una vez más, construir un mundo mejor.

Nos llena de orgullo, porque es la expresión de la acción cotidiana de mil millones de personas asociadas a tres millones de cooperativas en todos los continentes.

Nos llena de responsabilidad, también, porque sabemos que el mundo está mirando quizá como nunca antes a las cooperativas como el vehículo más directo hacia el desarrollo sostenible.

Creo, humildemente, que estamos a la altura de esta responsabilidad, y creo también que transitaremos con mucho éxito el 2025 porque no somos solamente quienes integramos la ACI quienes asumimos este compromiso sino todos ustedes, los representantes de las naciones unidas y de distintos gobiernos del mundo, quienes hacen propio este mensaje y, fundamentalmente, pueden hacer realidad la letra de la resolución 78/175, fortaleciendo a través de políticas adecuadas al modelo cooperativo.

Finalmente, los invito a todos a acompañarnos del 26 al 29 de noviembre en Nueva Delhi, cuando haremos el lanzamiento oficial del Año Internacional de las Cooperativas, durante una nueva conferencia global que reunirá a cientos de líderes cooperativistas de todo el mundo y, espero también, a las autoridades de Naciones Unidas y de sus organizaciones.

Muchas gracias, queridos amigos y amigas, por invitarnos a ser parte de esta emotiva jornada, y espero que sigamos transitando juntos el camino de construcción de un mundo más solidario, más justo y en paz. Un mundo mejor.»