Conversatorio on line organizado por la Liga de Cooperativas de Puerto Rico, el 19 de mayo, para intercambiar miradas acerca de la Formación del Ser Cooperativista:
«La Identidad Cooperativa es un tema tan importante para el cooperativismo global que desde la Alianza Cooperativa Internacional entendimos que la mejor manera de celebrar los 125 años de la ACI y los 25 años de la Declaración de Identidad Cooperativa, era organizar un Congreso Mundial donde los cooperativistas de los cinco continentes pudiésemos debatir cómo profundizar la Identidad Cooperativa, que es preguntarnos ¿qué podemos y qué debemos dar como movimiento ante los grandes desafíos que enfrentamos como humanidad?.
Pero para que un Congreso sirva, no basta con reunirse. El Congreso debe ser el resultado del debate de ideas en cada uno de los 112 países donde la Alianza Cooperativa Internacional tiene presencia.
Por eso invitamos a todos nuestros miembros a organizar debates que pudiesen rescatar toda la experiencia que hemos acumulado en los últimos 25 años, desde la Declaración de Identidad Cooperativa.
Por eso quiero agradecer muy especialmente a la Liga de Cooperativas de Puerto Rico, por aceptar la invitación de la Alianza Cooperativa Internacional a debatir y reflexionar sobre este importante tema. Gracias por su interés en participar en este debate global, y ojalá en diciembre podamos compartir sus propuestas que seguramente van a enriquecer las conclusiones del Congreso.
El año pasado no solo se cumplieron los 125 años de la ACI y los 25 años de la declaración de Identidad Cooperativa. También se cumplieron 100 años desde la promulgación de la primera ley de cooperativas en Puerto Rico.
El movimiento cooperativo de Puerto Rico es un movimiento maduro, con mucha historia para mostrar, con mucha experiencia para compartir. Por eso también gracias por permitirme compartir con ustedes algunas ideas sobre qué significa hoy profundizar la Identidad Cooperativa.
No porque vaya a enseñarles nada. Por el contrario. La ACI necesita poner en discusión su visión y para eso es importante este tipo de encuentros.
Por supuesto que quiero dejarles algunas ideas, pero lo más importante es llevarme sus observaciones, sus críticas, sus experiencias, para poder sumarlas y así garantizar que nuestra voz sea más potente porque refleja más adecuadamente el sentir de todo el movimiento cooperativo mundial.
Debatir sobre la Identidad Cooperativa es preguntarnos sobre quiénes somos. Para tenerlo en claro entre nosotros y para que cada una de nuestras comunidades también lo tenga en claro.
Creo que la pandemia que estamos transitando nos facilita contestar esa pregunta; quiénes somos.
Como bien escribió Rafael Beltrán Peña, presidente de la Liga, en el Periódico Puerto Rico Cooperativista, “en estos momentos es en que se evidencia el carácter no lucrativo ni especulativo de nuestras organizaciones”.
No puedo estar más de acuerdo. Les propongo que repasemos quiénes somos, y qué expresan nuestros principios, más allá de su enunciado.
Somos un modelo empresarial que construimos economía a partir de la ayuda mutua y no de la competencia. No somos eficientes porque queremos derrotar a nuestro vecino. Somos eficientes porque nos juntamos con el vecino para solucionar nuestros problemas comunes.
Somos aquellos que creemos en la democracia económica. Que sabemos que no alcanza con la democracia política si después no contamos con empresas donde podamos decidir democráticamente en qué se invierte, en que se produce, cómo se organiza el trabajo.
Eso que acabo de decir es ni más ni menos que el segundo principio cooperativo de control democrático. Queremos sociedades democráticas y creemos que la mejor manera de lograrlo es construir economía desde la participación y la democracia.
Somos aquellos que creemos en la organización autónoma de la sociedad civil, que se expresa en nuestro principio de autonomía e independencia. Estamos más allá del debate de Mercado vs. Estado o Estado vs. Mercado. El punto es nuestro empoderamiento como ciudadanos. La capacidad para garantizar que el Estado esté al servicio de nuestras libertades y la capacidad para poder participar de los mercados en condiciones de equidad. Somos la sociedad autónoma y democráticamente organizada, la que puede sumar coordinación social sin necesidad de control autoritario.
¡Cuánto más sencillo y menos conflictivo, hubiese sido este tránsito por la pandemia si hubiésemos contado con mayor fortaleza de nuestras organizaciones autónomas de la sociedad civil ¡
Somos también los que creemos que hay que compartir los saberes. Ese es el quinto principio, de educación, formación y capacitación. No nos interesa ganar dinero especulando con la ignorancia del otro.
Si hoy, más que nunca, la información es poder, nosotros somos los que creemos en la democratización de los saberes. No porque seamos generosos. Sino porque creemos que mientras más sepa mi vecino, mejor pensaremos juntos la solución de los problemas comunes.
Somos los que creemos que los recursos naturales están para satisfacer nuestras necesidades y las necesidades de nuestros descendientes, y no para multiplicar nuestras ganancias. Y por eso decimos que nuestro modelo es el mejor a la hora de cuidar el planeta.
Somos los que vemos en la necesidad de nuestro vecino una razón para cooperar, no una oportunidad para lucrar.
Como tantas veces hemos repetido, no somos empresas con responsabilidad social. Somos la responsabilidad social hecha empresa. La comunidad que organiza empresas para hacerse responsable de la construcción de una sociedad donde todos cooperemos para enfrentar nuestros problemas comunes.
Toda esta Identidad Cooperativa, que he intentado resumir, ha quedado muy clara durante esta pandemia, como bien nos señaló Beltrán Peña.
En tiempos de catástrofes son más evidentes las ventajas de la cooperación por sobre la competencia y el individualismo.
En el momento de la crisis, todos apelamos en primer lugar a las instituciones cuyo principio ordenador es la ayuda mutua. A instituciones cuya lógica es, precisamente, hacer más eficaz la acción solidaria para dar respuesta a los problemas comunes. Eso somos, la potencia de la solidaridad para resolver los problemas comunes.
Puerto Rico ha sido duramente golpeado por catástrofes en estos últimos años. En enero del año pasado, poco antes de que el Covid 19 llegase a nuestro continente, sufrieron un importante terremoto. Me dicen que el mayor desde 1918.
Poco antes, en 2017, hace algo más de tres años, habían sido golpeados por el Huracán María, que tuvo consecuencias devastadoras.
Estoy seguro de que cada uno de estos durísimos golpes, el huracán, el terremoto y ahora la pandemia, han sido oportunidades donde se ha puesto en evidencia la necesidad de cooperación. Por todo lo que hicimos desde las cooperativas, y por todo lo que no pudimos hacer porque no había suficientes cooperativas.
Este es un proceso de aprendizaje que entiendo debe servir para fortalecer nuestra identidad, para valorar sus ventajas, y también para explorar sobre nuestras debilidades, sobre qué debemos mejorar de cara al futuro.
En 2018 ustedes me invitaron a Puerto Rico. Era tiempo de los encuentros presenciales, que añoro y que seguramente volverán.
En aquella oportunidad me invitaron a reflexionar sobre cuál era el aporte que podíamos realizar las cooperativas frente a las catástrofes.
Y les dije algo, que me voy a permitir repetirles.
“Quienes nos dedicamos al trabajo en el ámbito rural –como algunos saben soy veterinario– estamos particularmente habituados a trabajar en escenarios de incertidumbre. Somos conscientes de que el trabajo de un año, o incluso el trabajo de una vida puede ser arruinado por una sequía o una inundación.
Sabemos que hay temas que no podemos controlar. Pero también sabemos que lo primero es cuidar nuestro suelo.
Si deforestamos, si adoptamos prácticas agrícolas depredadoras, entonces luego de la sequía vendrá el viento, o el agua, y arrastrará los nutrientes de nuestra tierra, y nos quedaremos sin sustento.
Lo primero es cuidar el suelo. Y todos sabemos que un suelo cuidado es un suelo con raíces. Raíces que la dan textura, que permiten que se desarrollen los procesos que sostienen la vida, que le dan firmeza frente a los factores que la erosionan.
De eso se trata. De tener un suelo con raíces.
De tener instituciones con raíces en el territorio. De que la economía tenga raíces en nuestro territorio.
Este es el principal aporte de las cooperativas para dar una respuesta sistémica a las crisis y a las catástrofes: construir economía con raíces. Para dar firmeza a nuestra comunidad, para sentirnos menos vulnerables, más cuidados.
Somos empresas de la comunidad y al servicio de la comunidad. Las cooperativas no se mudan, están donde están nuestros usuarios asociados, nuestros ahorristas asociados, nuestros trabajadores asociados o nuestros agricultores asociados.
Por eso las cooperativas somos economía con raíces.
Catástrofes ambientales o económicas vamos a volver a tener, pero para sortearlas o para encarar la reconstrucción, la comunidad necesita instituciones que tengan raíces en el territorio.”
Lo dije en ese momento y lo reitero ahora.
Nuestra identidad hace que nuestras empresas tengan raíces. Somos empresas con raíces, y por lo tanto somos la mejor alternativa para enfrentar los huracanes de hoy y los del futuro.
Hasta aquí, estas reflexiones que estamos compartiendo tienen el objetivo de reafirmar nuestra identidad, de repetirnos, casi como un rezo laico, quiénes somos.
Somos quienes hacemos empresas desde la ayuda mutua.
Somos la democracia construyendo economía.
Somos organización autónoma de la sociedad civil.
Somos los que creemos que compartir los saberes multiplica oportunidades.
Somos los que aprovechamos los recursos naturales, no los que los explotamos.
Somos los que frente a la necesidad construimos una solución, no una oportunidad de negocio.
Somos la responsabilidad social hecha empresa.
Somos empresas de la comunidad y al servicio de la comunidad.
Somos quienes sabemos construir economía con raíces.
Esa es nuestra identidad. Y es importante que la reafirmemos, la repitamos y la compartamos.
Pero si nos juntamos en el Congreso Mundial, en diciembre de este año, para repetir todo esto, el resultado sería muy modesto. Me parece que no alcanza. Tenemos que ir un paso más allá.
Profundizar la Identidad Cooperativa no es repetirnos quienes somos.
Profundizar la identidad es poder interpelar, desde nuestra identidad, los grandes problemas que hoy enfrentamos como humanidad.
Y para eso tenemos que mirar el futuro desde este presente tan doloroso como lleno de aprendizajes.
Y en el futuro tenemos el cambio climático. El mayor desafío que enfrentamos como generación.
Y vamos hacia allí con todas las fragilidades que ha evidenciado esta pandemia. Fragilidades sociales originadas en la desigualdad social. Fragilidades en la gobernanza mundial frente a las crisis globales. Fragilidades de una economía sin raíces, orientada a la valorización financiera, despreocupada de sus territorios y comunidades.
El mundo es consciente de la necesidad de una profunda transformación. Debemos transformar la forma que producimos y consumimos si no queremos poner en crisis la supervivencia de nuestra civilización.
Y a esa transformación las naciones del mundo le han puesto un nombre: Desarrollo Sostenible. Desarrollo ambiental, económica y socialmente sostenible.
Y las naciones del mundo se han puesto de acuerdo en 17 objetivos para avanzar hacia el Desarrollo Sostenible. Fueron acordados en el 2015, para ser alcanzados en el 2030. Estamos hablando, claro está, de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
Profundizar la Identidad cooperativa, hoy, en mi opinión, es convencernos a nosotros mismos, a los gobiernos y a la comunidad, de que somos el corazón del Desarrollo Sostenible.
No hay Desarrollo Sostenible sino cambiamos el modelo de empresa que sostiene el desarrollo.
No alcanza con mejorar las políticas públicas y la gobernanza global para transformar la forma en que producimos y consumimos; que hoy ya no es compatible con la dotación de recursos naturales con que cuenta nuestro planeta.
Hay que cambiar el eje de nuestras empresas. Las empresas tienen que tener como eje el cuidado de las personas y el ambiente, y nuestro modelo empresarial es el único que puede garantizarlo.
Somos el corazón del Desarrollo Sostenible.
No hay desarrollo sostenible sino se construye a partir de empresas orientadas a la cooperación, enraizadas en los territorios, administradas por la sociedad civil autónomamente organizada para satisfacer sus necesidades comunes.
No cualquier modelo de empresa responde a cualquier modelo de desarrollo. Esta es la principal hipótesis, la que necesitamos compartir con la mayor cantidad de personas en el mundo.
No cualquier modelo de empresa responde a cualquier modelo de desarrollo.
Si queremos desarrollo ambiental, social y económicamente sostenible, entonces necesitamos modelos empresariales compatibles y convergentes con esos objetivos.
El movimiento cooperativo debe lograr que las personas preocupadas por la defensa del ambiente, preocupadas por los derechos de la mujer, preocupadas por el acceso a alimentos saludables, por un sistema financiero que esté al servicio del desarrollo y no de la especulación, preocupadas por la paz, preocupadas por la salud, por el papel de los medios de comunicación en la democracia, es decir que todas aquellas personas que están buscando caminos para el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible vean en las cooperativas un modelo empresarial que tiene respuestas frente a estas preocupaciones.
Eso es Identidad Cooperativa. Que cuando nos vean, digan “ahí vienen los cooperativistas, los que saben cómo organizar empresas que cuiden el ambiente, que ofrezcan alimentos sanos, que cuiden a las personas, que incorporen la perspectiva de género a todos los ámbitos de la actividad económica”.
Para lograrlo, necesitamos que estos temas sean incorporados a los objetivos de nuestras cooperativas y a las pautas con que organizamos nuestras cooperativas (que son los Principios Cooperativos).
Tenemos que interpelar a todos aquellos que apuestan a la economía verde, al consumo social y ambientalmente responsable, para convencerlos de que el principal problema es el modelo de empresa que controla la mayor parte del sistema agroalimentario. Y que nosotros sabemos hacerlo de otra manera.
Tenemos que interpelar a todos aquellos preocupados por el impacto de las nuevas tecnologías en la creación de empleo, para decirles que nosotros tenemos los modelos empresariales más adecuados para poner la innovación tecnológica y los beneficios de la economía digital al servicio de los usuarios y de los trabajadores.
Tenemos que interpelar a todos aquellos preocupados por la subordinación de la economía a la especulación financiera, y decirles que nosotros tenemos los modelos adecuados para garantizar que el ahorro de la comunidad se transforme en desarrollo local sostenible.
Tenemos que convencer a todos los que están preocupados por la necesidad de cambiar la matriz energética, causal de gran parte de exceso de dióxido de carbono en nuestra atmósfera, de que la economía verde soló puede llegar de la mano de empresas centradas en el cuidado de las personas. Cambiar la matriz energética requiere cambiar la forma en que producimos, la forma en que consumimos y cuánto consumimos. Y eso no se soluciona fuera del paradigma de la cooperación.
En todos estos debates tenemos muchísimo para aportar, pero lo que primero que debemos lograr es convencernos, nosotros mismos, de que somos el corazón de desarrollo sostenible, y luego debemos estar condiciones de sostener esta hipótesis, con mucho estudio, sistematización de experiencias e innovación social.
No somos solo portadores de buenas ideas. Somos constructores de soluciones concretas que hoy se materializan en tres millones de cooperativas y más de 1000 millones de asociados en el mundo.
Somos la mayor red mundial de empresas construidas desde la ayuda mutua y la democracia. Somos la mayor red global de empresas construidas desde las necesidades de cada territorio y de cada comunidad, y no desde el individualismo y la especulación.
Esa también es nuestra identidad, heredera de más de 180 años de historia.
Somos sin dudas quienes más podemos hacer por el Desarrollo Sostenible en las próximas décadas.
Para lograrlo, como dije, necesitamos que estos temas sean incorporados a los objetivos de nuestras cooperativas y a las pautas con que organizamos nuestras cooperativas, me refiero a los Principios Cooperativos.
Debemos poner nuestros Principios Cooperativos en Acción
Principios Cooperativos en Acción Frente a los Desafíos de la Agenta Global
El objetivo del libro es discutir cómo los cooperativistas participamos de los desafíos de la agenda global. Como damos respuestas locales a los desafíos globales.
El libro es un primer intento de dar cuenta de todas las experiencias que nuestro modelo cooperativo ha ido construyendo a lo largo de las últimas décadas.
Por ejemplo, tenemos una gran experiencia en la organización de cooperativas de agua potable. Cooperativas que la comunidad organizó para acceder en forma autogestiva al agua potable y a servicios de saneamiento.
En el tercer capítulo del libro, “Agenda cooperativa para la defensa del planeta”, discuto como avanzar para que estas cooperativas, orientadas a satisfacer necesidades locales muy concretas, pasen a constituirse en plataformas de participación de la comunidad para garantizar una gestión sostenible de las cuencas hídricas. Esto no es sencillo, requiere trabajar la cultura hídrica de nuestras sociedades y replantearnos nuestra relación con los poderes públicos.
Temas similares analizo sobre las cooperativas eléctricas. Cómo hacemos que estas cooperativas que organizó la comunidad para que la electricidad llegue a cada uno de sus hogares y empresas, se transformen en la base de un proceso de democratización en las decisiones de inversión asociadas a la energía. Que garanticen que los usuarios tengan la voz principal sobre cuáles son las fuentes de energía deseables, e incluso sobre cuál es el consumo de energía que asumimos como ambientalmente sostenible en cada ecosistema.
Otra dimensión muy importante que debemos incorporar a nuestros principios es el género. El segundo capítulo del libro plantea la necesidad de construir una alianza entre los derechos de la mujer y el movimiento cooperativo.
Las mujeres tienen que ver que nuestras cooperativas son el modelo empresarial más adecuado para lograr la equidad de género. Y en este punto hay muchos aspectos para trabajar.
Desde garantizar la participación efectiva de las mujeres en la conducción de nuestras empresas y de nuestras organizaciones de representación, hasta el desarrollo de nuevos modelos cooperativos que ayuden a jerarquizar y redistribuir el trabajo de cuidado.
En el libro sostengo que uno de los aspectos centrales que explican la desigualdad es que la mayor parte del trabajo femenino es trabajo de cuidado no remunerado. En el libro, a partir de la experiencia cooperativa que existe en el mundo, discuto qué nuevos modelos están surgiendo para el tema de los cuidados, y cómo podemos promoverlos.
Con la pandemia este tema es mucho más evidente. La pandemia ha dejado en claro la necesidad de fortalecer nuestros frágiles sistemas de cuidados, que están mayoritariamente sostenidos en el trabajo precarizado de las mujeres.
Los temas son muchos. En el libro he tratado de tomar algunos. En todos los casos contraponiendo la experiencia de nuestras cooperativas con los desafíos que hoy enfrentamos, y analizando los caminos que se nos abren para innovar y avanzar en nuevas formas de construir economía solidaria.
Hay todo un capítulo que discute qué estamos haciendo frente al impacto de las nuevas tecnologías en la organización del trabajo. Qué aportes podemos realizar para que las nuevas tecnologías no sean fuente de más precarización, sino el camino hacia la dignidad del trabajo humano.
En ese capítulo, titulado “El camino dela cooperación hacia el futuro del trabajo”, comento lo que estamos debatiendo desde la ACI con la OIT.
Creo que somos los que más podemos aportar en términos de innovaciones a la organización del trabajo, porque somos, como se dijo en la Conferencia de la OIT, un verdadero laboratorio de innovación en términos de organización del trabajo.
Otro tema en donde me tomo el atrevimiento de avanzar es en el financiero. Allí discuto la necesidad de superar la visión de que las cooperativas son solamente un camino para la inclusión financiera, es decir, para que las familias y pequeñas empresas puedan acceder al sistema financiero.
No nos tiene que alcanzar la inclusión financiera. Debemos ser la base para un profundo proceso de democratización del sistema financiero, que logre poner a las finanzas al servicio de las necesidades del desarrollo local sostenible. Esto es ambicioso, pero no imposible.
Como digo en el libro, las cooperativas, por su importancia en el sistema financiero, por su presencia en casi todos los países del mundo, y por su enorme capital en términos de diversidad de modelos para el ahorro y crédito de base solidaria, son las que están en mejores condiciones de aportar a la democratización del sistema financiero en sus tres niveles: local, nacional y global.
Me resulta sumamente importante plantear la discusión sobre los aportes que pueden hacer las cooperativas agropecuarias y de consumidores para cambiar las pautas de producción y consumo de alimentos, objetivo indispensable para la defensa del ambiente y para terminar con el hambre.
Otro tema, al que dedico todo un capítulo, es la discusión de cómo construimos una agenda cooperativa para la paz. Como construimos sociedades más armónicas, donde todos los actores van generando condiciones de equidad, igualdad, solidaridad y respeto que generan condiciones de convivencia que alejan los conflictos y propenden a la paz.
Este libro lo escribí pensando en el Congreso Mundial Cooperativo, que como ustedes saben, lo realizaremos este año en diciembre, en Corea del Sur.
Allí, como dije al inicio vamos a reunirnos a discutir representantes del cooperativismo de todo el mundo sobre cómo profundizar la Identidad Cooperativa.
Mi opinión es que esa profundización nos debe ayudar para que el mundo reconozca las ventajas de nuestro modelo empresario para hacerse cargo de cada uno de los desafíos que hoy enfrentamos como humanidad.
A partir de la traumática experiencia que todos estamos atravesando por la pandemia, creo que hoy hay más interés que nunca en debatir estos temas. En discutir cuáles son los modelos empresarios más adecuados para cuidar a las personas y para cuidar el ambiente.
Como también dije, no se trata de más Estado o de más mercado. Se trata de cuál es el modelo de empresas que elegimos para organizarnos. Nosotros elegimos empresas organizadas en base a los valores de la democracia y la ayuda mutua.
Eso es el centro de lo que estamos planteando los cooperativistas desde hace casi 200 años.
Creo que la mayoría lo ha entendido. No es lo mismo cualquier tipo de desarrollo. Si el desarrollo no es para cuidar a la gente y para cuidar al ambiente, no nos sirve.
Nuestra identidad debe servirnos para transmitir con claridad que somos el mejor modelo empresarial para cuidar a la gente y para cuidar el ambiente.
Este es un debate que sirve si podemos darlo en cada uno de los países. No alcanza con discutirlo hacia el interior de la ACI. Debemos incorporarlo a cada uno de los dilemas que enfrentamos en nuestros países.
Creo que el deber de los cooperativistas es demostrar que si se trata de bienestar social y equidad los mejores modelos son los nuestros.
Porque somos un movimiento que está debatiendo e innovando formas de organización empresarial que dan cuenta de los nuevos desafíos.
Quiero, finalmente, compartir con ustedes que este libro ha sido una construcción colectiva. No pretende reflejar solo mi opinión personal o la de mi equipo de trabajo. Intenta reflejar la construcción de consensos hacia el interior del movimiento cooperativo. Y tiene la ambición de contribuir a que seamos, desde la ACI, un activo formador de opinión a nivel de la comunidad internacional.
Lo que en estas páginas se dice es lo que hemos discutido y aprendido con Uds. y con muchos otros cooperativistas en el mundo. Son algunas respuestas y propuestas que hemos construido juntos.
Esa es nuestra fortaleza. Lo nuestro no es una propuesta de laboratorio.
Es una propuesta que se construye desde la experiencia, desde el diálogo en el territorio, con toda la potencia de una experiencia compartidas por millones de hombres y mujeres cooperativistas en el mundo.
El libro solo es un aporte en este sentido. Busca a contribuir a que el cooperativismo sea un protagonista a escala global en el camino hacia el desarrollo sostenible. Busca contribuir a que todo el mundo sepa que somos la mayor red mundial de empresas construidas desde las necesidades de la comunidad, y orientadas a cuidar a las personas y sus territorios.
Ojalá pueda yo seguir aprendiendo del cooperativismo puertorriqueño. Ojalá podamos entre todos construir mejores propuestas, cada vez más adecuadas frente a los enormes desafíos que enfrentamos como humanidad.
Quiero invitarlos a seguir apostando por el fortalecimiento de esta enorme red de empresas que hoy integramos en la Alianza Cooperativa Internacional, para poder, desde nuestra identidad aportar a los grandes desafíos que enfrenta la humanidad.»