Foro realizado por la Cámara de Representantes de Colombia, la Bancada Cooperativa y la Confederación de Cooperativas de Colombia (Confecoop), entre otras organizaciones, para avanzar en la toma de conciencia por parte del Gobierno Nacional, el legislativo y la opinión pública, del gran potencial que tiene el modelo de economía solidaria y cooperativa como gestor del desarrollo económico para este país.
«Esta actividad, sin dudas, ha demostrado el gran trabajo de incidencia que viene realizando el movimiento cooperativo colombiano, con el sustento de sus más de siete millones de asociados y asociadas y con el liderazgo de dirigentes como Carlos, María Eugenia?, otros?
Creo que las experiencias y las distintas visiones presentadas a lo largo de este Foro son un aporte fundamental para consolidar la articulación virtuosa entre las organizaciones cooperativas y el Estado, sin la cual es muy difícil para nuestro sector desplegar todo su potencial.
Por eso, el hecho de que exista este diálogo y de que haya en el Poder Legislativo colombiano un ámbito de trabajo concreto con una bancada parlamentaria que toma la agenda de la economía solidaria es de una enorme importancia y es un ejemplo para otros países de la región -y, por qué no, del Mundo-, donde también es oportuno profundizar este tipo de alianzas en pos de conseguir marcos normativos que faciliten el desarrollo de las empresas cooperativas.
Esto cobra especial relevancia en un contexto global tan difícil como el que estamos atravesando.
Como bien sabemos, la pandemia provocó una tremenda crisis sanitaria pero también agravó situaciones de desigualdad económica y social flagrantes en muchos de nuestros países y entre distintas regiones del planeta.
En este año y medio también vimos más clara aún la necesidad de cuidar nuestra Casa Común, la necesidad de poner freno al calentamiento global y de priorizar el ambiente a la hora de producir, de consumir, de habitar nuestro planeta Tierra.
Y, sobre todo, nos convencimos de que nadie se salva solo.
En este momento tenemos más incorporado que nunca que la preservación individual va de la mano de la preservación, del cuidado y del sostenimiento del que tenemos al lado, de los que conviven con nosotros, en nuestro hogar, en nuestro barrio, en nuestros pueblos y en nuestras ciudades.
Paradójicamente, mientras más nos aislamos para evitar la propagación del virus, más entendimos que cada uno de nosotros forma parte de una comunidad que debe enfrentar unida los desafíos de la hora.
Nuestro deseo y nuestra propuesta como cooperativistas es que ese espíritu solidario no termine con la pandemia sino que, por el contrario, sea el motor para construir sociedades más justas, más equitativas, donde nadie quede atrás.
Como planteamos de cara al Día Internacional de las Cooperativas, el próximo 3 de julio, la propuesta es RECONSTRUIR MEJOR JUNTOS.
Y para eso es fundamental el rol de las empresas que tienen incorporado ese espíritu solidario en su lógica económica.
Es decir, empresas que centran su actividad en el bien común, que avanzan junto a sus comunidades en la búsqueda permanente de herramientas que puedan satisfacer las necesidades y aspiraciones de las personas y que priorizan el cuidado del ambiente en cada una de sus acciones.
Empresas que pueden generar redes de producción y de consumo responsables, ofreciendo bienes y servicios de calidad, a un precio justo y accesible para todos los eslabones que forman esas redes.
Empresas que pueden incluir laboralmente a quienes muchas veces quedan marginados, o son precarizados, o sufren desigualdades por cuestiones de género, de edad, de nacionalidad, entre otras circunstancias.
Empresas que están siempre predispuestas a la innovación, entendiendo que se pueden crear, gestionar y distribuir tecnologías para ponerlas al servicio de un desarrollo individual y social que sea inclusivo, democrático y que sea también respetuoso de la privacidad de cada individuo.
Empresas que, en definitiva, tienen valores y principios que las distinguen y que las hermanan a escala global.
Esa es nuestra identidad. Es la identidad de más de 3 millones de cooperativas, con más de mil millones de miembros, en todos los continentes.
En América, particularmente, tenemos una enorme presencia cooperativa, desde hace muchísimas décadas, que está en línea con la riqueza social, cultural y económica de nuestro continente y de cada uno de nuestros países.
Sin dudas, uno de los grandes desafíos que tenemos es que esa riqueza esté mejor distribuida, que haya más oportunidades para todos y que no haya en nuestra América personas sin vivienda digna, sin acceso a una alimentación sana y segura, sin posibilidades de tener salud y educación de calidad, sin poder conectarse desde su hogar al resto del mundo…
Estamos hablando de cosas que son esenciales y que, sabemos bien, no están garantizadas para millones de hermanos y hermanas en nuestra región.
Las cooperativas y todas aquellas organizaciones que forman parte del universo de la economía solidaria, yo diría, todas aquellas entidades y personas dispuestas a la asociatividad, a generar redes económicas y sociales solidarias, centradas en el bien común, tenemos el deber de construir otro futuro.
Tenemos el deber de reconstruir mejor, juntas, a partir de este presente tan doloroso que hoy nos golpea, además, con la pérdida de millones de vidas por culpa de la pandemia pero también por culpa de estas desigualdades que dejan a algunos mucho más expuestos que a otros, al virus y a las consecuencias generales de esta pandemia.
Desde hace muchísimas décadas, pero fundamentalmente en momentos de crisis profundas como este, las cooperativas demostramos nuestra resiliencia, abrazamos a nuestras comunidades y enfrentamos los desafíos, desde el asociativismo y desde esa identidad que nos define como empresas centradas en las personas y basadas en valores.
Los valores de la democracia, la igualdad, la ayuda mutua, la solidaridad y la responsabilidad, que son parte de nuestra identidad pero que no son patrimonio exclusivo de las cooperativas.
Son valores que pueden y deben guiarnos a todos los actores sociales, económicos y políticos en el camino de salida de esta crisis.
¿Qué quiero decir? Cuando hablamos de economía solidaria no hablamos de un universo de empresas con una figura jurídica determinada que está por encima del resto y que tiene la receta final para construir una sociedad más justa.
Hablamos de una lógica solidaria y asociativa que debe expandirse a los distintos actores que tienen relevancia en la construcción de esa sociedad más justa.
Las redes de pequeñas y medianas empresas urbanas, las unidades productivas familiares en zonas rurales, los sindicatos, las mutuales, las universidades, las escuelas, las iglesias, los clubes deportivos… y, claramente, los poderes públicos, a nivel nacional, regional y municipal, son clave si queremos consolidar un entramado social capaz de sostener una economía que merezca el adjetivo de “solidaria”.
En ese sentido, veo con enorme satisfacción y me llena de entusiasmo este intercambio entre el movimiento cooperativo colombiano y sus representantes en el Congreso de la República.
Quiero agradecer nuevamente al presidente de la Cámara de Representantes, doctor Germán Blanco Álvarez, a todos los integrantes de la Bancada Cooperativa y de la Economía Solidaria del Congreso de la República de Colombia, y a mi amigo y colega Carlos Acero -y, en su nombre, a todas las organizaciones integradas en la Confederación de Cooperativas de Colombia- por haberme invitado a compartir este momento con ustedes.
Creo que ha sido una gran jornada y es mi deseo que este foro de Economía Solidaria, Innovación y Asociatividad Social fortalezca esta vinculación entre el movimiento cooperativo y el Congreso.
Y, fundamentalmente, tengo gran expectativa en que este diálogo y esta vinculación sea la base sobre la cual puedan seguir generándose los marcos adecuados para el desarrollo de la economía solidaria en Colombia.
Como dije al inicio, conozco en primera persona el enorme potencial del cooperativismo colombiano, confío profundamente en la capacidad de trabajo de sus dirigentes y celebro su constante predisposición a la integración y a la intercooperación con los distintos actores con los que debemos reconstruir mejor, juntos, cada uno de nuestros países, nuestro continente y nuestro planeta, nuestra Casa Común.»