La democracia es un concepto amplio. Este año los argentinos reivindicamos cuatro décadas de este sistema político luego de la dictadura cívico militar que sufrimos entre 1976 y 1983. Es un sistema que, aún con sus falencias y materias pendientes, nos permite decidir y elegir en libertad.
No obstante, si de materias pendientes hablamos, tenemos que atender particularmente todo lo que aún falta para tener más volumen de democracia económica.
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Si la posibilidad de votar cada dos años nos asegura el funcionamiento básico de la democracia representativa a nivel político, la posibilidad de decidir todos los días sobre nuestros medios de vida nos permite tener mayor control sobre nuestro trabajo, nuestra producción, nuestros consumos, nuestros ahorros y nuestro hábitat.
Es por eso que, en un país donde alrededor del 10 por ciento del producto interno bruto está en manos de empresas cooperativas, es menester ampliar esa participación si queremos más crecimiento que redunde a su vez en más oportunidades de desarrollo para más personas.
Ni el Estado ni el mercado por sí solos pueden corregir los desvíos que padecemos actualmente en términos macro ni microeconómicos, mientras la enorme mayoría de ciudadanos de a pie ven como se aleja cada vez más la oportunidad de tener cierto bienestar a partir de un flujo de ingresos -formal e informal- que se licúa por la alta inflación, entre otras problemáticas de todos los días.
El control de distintos circuitos económicos por parte del Estado puede ayudar a asegurar la provisión de ciertos bienes a la población a precios justos y buscar que nadie quede afuera.
La producción en manos de empresas de capital con fines de lucro puede incentivar el crecimiento y la productividad, necesarios para agrandar la torta y generar mayor riqueza.
Las empresas en manos de los trabajadores, consumidores, ahorristas, usuarios o consumidores pueden cumplir de manera eficiente ambos objetivos. La prueba está en que, desde hace casi dos siglos, el modelo cooperativo no para de crecer en Argentina y el resto del Mundo.
En nuestro país, hay más de 10 mil empresas de este tipo, presentes en casi todas las localidades y de todos los rubros: energía, conectividad, agua potable, alimentos, viviendas, seguros, créditos, salud y educación, entre tantos otros, tienen a las cooperativas como protagonistas.
Esto es, ciudadanos que se han asociado para abastecerse de esos y otros bienes y ejercen día a día la democracia en la economía. En el Mundo, hacen lo propio más de mil millones de miembros asociados a tres millones de cooperativas.
Y el empoderamiento ciudadano, en la visión del cooperativismo, sucede en gran medida gracias al fortalecimiento de las organizaciones de la sociedad civil. Es la sociedad civil, autónoma y democráticamente organizada, la que puede sumar coordinación social sin necesidad de control autoritario.
En el año en el que se cumplen 40 años de la recuperación de la democracia política, tenemos que fortalecer y consolidar la democracia económica para vivir en un país más próspero, más justo y más inclusivo.