Siempre me gusta señalar, cuando se habla de innovación, que el movimiento cooperativo es hijo de la innovación social.
El cooperativismo nace como una innovación pensada y promovida por hombres y mujeres que buscaron alternativas frente al padecimiento social que la revolución industrial provocaba en el siglo XIX.
Estos pioneros entendieron que el problema había sido elegir el egoísmo como motor del desarrollo.
Si apostamos al egoísmo, si apostamos al individualismo, el resultado difícilmente sea otro que la desigualdad.
Por eso, pensaron, experimentaron e innovaron, hasta que lograron la formula exitosa de las cooperativas, que logra poner en el centro de las empresas a la ayuda mutua y no al egoísmo. Y a las claves de esa fórmula exitosa, las llamaron principios cooperativos.
En este marco de pandemia es interesante señalar que esa práctica innovadora de los primeros cooperativistas fue contemporánea con el surgimiento de los primeros médicos higienistas. También innovadores sociales.
Estos médicos vieron que la desigualdad social, el hacinamiento, el crecimiento desordenado de las ciudades tenía un impacto directo en la salud. Decían algo que ahora quizás nos parece evidente: la salud es resultado del modelo de desarrollo que adoptamos.
Un Siglo y medio después, la pandemia nos vino a recordar esas verdades.
Nos ha mostrado como la desigualdad nos enferma, y nos ha mostrado además como el deterioro ambiental también nos enferma.
Esta pandemia es una zoonosis, llega a los humanos por el impacto negativo que tiene nuestra presencia en los ecosistemas más frágiles.
Muy posiblemente en este momento estarán pensando, ¿qué tiene que ver todo esto? Lo invitamos a hablar sobre innovación social, y nos termina hablando del cooperativismo y del higienismo del siglo XIX.
Sucede que, en mi opinión, la innovación debe partir de un buen diagnóstico.
Entonces, permítanme reiterar estas enseñanzas del siglo XIX, a partir de las cuales creo que debemos pensar los nuevos caminos de la innovación social:
- La salud es un estado que depende del modelo de desarrollo que adoptamos.
- Si el motor del desarrollo es el egoísmo, el resultado es desigualdad y la desigualdad enferma.
- Existe una alternativa y es organizar empresas donde el motor no sea el egoísmo sino la ayuda mutua para satisfacer nuestras necesidades comunes.
Si estamos de acuerdo con este diagnóstico, entonces nuestra primera responsabilidad como mujeres y hombres de la economía solidaria es tener un mensaje claro, dirigido hacia los gobiernos y hacia nuestras comunidades: la fragilidad social, sanitaria y ambiental que ha desnudado la pandemia es producto de haber puesto el egoísmo en el centro de nuestro modelo de desarrollo.
Y si esto es así, la consecuencia inmediata, es que debemos apostar a modelos empresariales donde el motor no sea el egoísmo sino la ayuda mutua.
El motor de la economía en la post pandemia debe ser el cuidado de las personas y el ambiente. Debemos poner en funcionamiento la ayuda mutua y la democracia para que las comunidades vuelquen su trabajo y sus ahorros en la construcción de una economía que cuide a las personas y al ambiente.
La buena noticia que tenemos para darle a la humanidad es que esto es posible.
Eso es lo que hacemos desde la economía solidaria. Eso es lo que hacen los 1200 millones de personas asociadas a los 3 millones de cooperativas que existen en el mundo. Es el momento de poner en valor nuestras propuestas y nuestra experiencia.
Y aquí viene la necesidad de la innovación. Sabemos que no alcanza con estos enunciados. Ni siquiera alcanza con la experiencia mundial que hemos acumulado a lo largo de casi dos siglos.
Por eso, quiero aprovechar esta oportunidad para contarles cuáles son los ejes en donde estamos pensando la innovación social desde la ACI, ejes que vamos a discutir en nuestro próximo Congreso Mundial Cooperativo, un Congreso muy importante, que íbamos a realizar este año, en coincidencia con el 125 Aniversario de la ACI y con el 25 Aniversario de la Declaración de la Identidad Cooperativa, pero que por la pandemia la haremos en diciembre del año que viene, en Seúl. No importa la demora si llegamos a esa instancia más sabios. Y creo que así será, todos hemos aprendido mucho con esta pandemia.
El Primer eje que quiero comentarles, entre los que debatiremos en el Congreso Mundial, se enfoca en La economía digital. La incorporación masiva de las nuevas tecnologías de la información y comunicación está cambiando radicalmente la forma en que nos comunicamos, nos educarnos, producimos y consumimos. La pandemia ha acelerado este proceso. Es prioritario que la economía solidaria desarrolle modelos adaptados a este nuevo entorno. Las plataformas cooperativas son un camino que hemos empezado a recorrer. Hemos hecho importantes experiencias que deben ser analizadas y sometidas a un análisis riguroso. (2.1).
Un Segundo eje sobre el que hemos empezado a trabajar es el de las cadenas globales éticas. La sociedad reclama la producción sostenible de bienes y servicios. Esto sólo puede ser garantizado a través de cadenas de valor donde cada eslabón esté comprometido con la equidad, el cuidado del ambiente y el trabajo decente.
No se trata sólo de integrarnos para ganar escala. Debemos integrarnos para ganar en coordinación orientada a la construcción de cadenas de valor éticas (2.2).
Un Tercer eje se refiere a La cooperativización de empresas en crisis. La ACI debe ser capaz de acompañar el sostenimiento de empresas que han sido golpeadas por la crisis. Por ejemplo, cooperativizando empresas en crisis a través de modelos empresariales gobernados por los trabajadores o gobernados por la comunidad.
Esto exige explorar nuevos modelos institucionales, como son las cooperativas de múltiples partes interesadas, y diseñar nuevas formas de articulación con los gobiernos, las cámaras empresariales y los sindicatos. (2.3)
El Cuarto eje sobre el que quiero comentarles es el de El capital para el desarrollo sostenible. La trasformación global hacia el desarrollo sostenible exige importantes inversiones. Las cooperativas deben contar con capital para ser protagonistas de este proceso.
Esto implica investigar y trabajar en al menos tres dimensiones: instrumentos para facilitar la incorporación de capital de los asociados en las cooperativas, modelos adecuados de finanzas solidarias, y una profunda reforma del sistema financiero que facilite el financiamiento de proyectos de desarrollo sostenible. (2.4).
Otro eje muy importante es el de la Paz positiva. Vivimos en un mundo en conflicto. Y los conflictos se originan en problemas estructurales que debemos resolver. Eso significa trabajar por la paz positiva.
Colombia es un buen ejemplo del potencial del cooperativismo en los procesos de postconflicto.
Una vez que superemos la pandemia, volverá a la primera plana el problema de los refugiados. En julio del año pasado, el secretario General de la ONU nos decía que “el mundo se enfrenta actualmente a la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, ya que las personas huyen de la guerra, la pobreza, la desigualdad social y los efectos del cambio climático”. Esto seguramente se ha agravado por el impacto de la pandemia.
Esa crisis es caldo de cultivo para violencia. Debemos pensar en formas innovadoras para superarla. En su última Conferencia Mundial, el año pasado en Kigali, la ACI aprobó una declaración invitando a la construcción de un programa cooperativo para la paz positiva. Necesitamos ponerle inteligencia estratégica a ese programa. (3.2)
Otro eje sobre el que queremos investigar. Desarrollo sostenible y modelos empresariales. Necesitamos un gran debate político y académico sobre la relación entre los nuevos paradigmas del desarrollo y los modelos empresariales que son convergentes con esos paradigmas.
Es necesario que en el debate académico y político sobre el desarrollo se incorpore, en forma central, qué tipos de empresas necesitamos para el desarrollo sostenible. Qué tipos de empresas pueden efectivamente garantizar el triple impacto (social, ambiental y económico).
Debemos salir del discurso de economía solidaria para la emergencia y empresas de capital para el desarrollo. Las empresas de la economía solidaria son el camino más racional hacia el desarrollo sostenible. (3.4)
Un eje muy importante es el de las Redes locales. La pandemia ha puesto en evidencia la necesidad de fortalecer las redes locales para el desarrollo. La fragilidad social empieza por la debilidad de las redes locales para cuidarnos y cuidar el ambiente. Necesitamos pensar juntos, nuevos modelos innovadores para construir economía local, a partir del diálogo entre el nuevo municipalismo y la economía solidaria. (3.4).
Un eje fundamental es El futuro del trabajo. El informe de la Comisión Mundial del Futuro del Trabajo, que debatimos el año pasado en el OIT, nos alertó sobre el peligro de que las nuevas tecnologías profundicen la precariedad laboral que hoy afecta a la mayor parte de la humanidad.
Es una agenda que debemos asumir desde la economía solidaria, en un diálogo intenso con los gobiernos y con los sindicatos.
Si sabemos ser innovadores, si estudiamos en profundidad las nuevas experiencias que están surgiendo en el campo de la economía solidaria, podremos hacer un aporte muy significativo en la construcción de trabajo decente y sostenible (4.1).
Otro eje esencial es Salud y economía del cuidado. Hemos dicho que uno de los motores de la economía debe ser el cuidado de las personas.
La creación de trabajo decente y sostenible a partir de servicios de cuidado organizados desde la ayuda mutua es una importantísima alternativa para el futuro del trabajo. Así fue reconocido en el documento de la OIT que les comentaba recién.
Esto además está atravesado por otra exigencia que hoy enfrentamos: la necesidad de redistribuir el trabajo de cuidado, como herramienta para alcanzar la igualdad de género. (4.2).
Otro eje que estamos debatiendo en la Alianza Cooperativa Internacional, rumbo a nuestro Congreso Mundial. Alimentos sanos y seguros. Cumplir con los ODS exige transformar la forma en que producimos y consumimos. Y uno de los sectores donde la transformación debe ser más intensa es la producción de alimentos.
En el ámbito de la economía solidaria tenemos extraordinarias experiencias tanto en la producción de alimentos como en la organización de los consumidores.
Tenemos que discutir la articulación de estos actores para promover una sostenida transformación de sistema agroalimentario. Mucho más aun, luego de la pandemia, que ha demostrado la fragilidad de los sistemas locales de abastecimiento (4.3)
El Hábitat y energía. Es otro de los ejes que estamos empezando a discutir. Desde la ACI queremos discutir cómo potenciar el diálogo entre los que trabajan en la producción participativa de hábitat, las cooperativas de vivienda, y los nuevos modelos de producción y distribución de energía renovable de las cooperativas de servicios públicos, para pensar estrategias que pueden tener un impacto extraordinario en término del cuidado de las personas, del cuidado del ambiente y de creación de trabajo decente en el contexto de la postpandemia (4.4)
Es fundamental también que debatamos sobre la Gobernanza participativa. Debemos demostrar que nuestros modelos empresariales sirven para poner en manos de la gente las decisiones que importan: qué hacemos con lo que ahorramos, en qué se invierten los excedentes, cómo producimos, qué consumimos.
Eso implica poner en discusión cómo garantizamos una democracia participativa. Debemos investigar sobre sistemas de participación y sobre el papel de las nuevas tecnologías en este tema. Capítulo específico en este eje es la participación de la mujer.
El movimiento por los derechos de las mujeres es uno de los de mayor impacto en términos de transformación social. Es crítico garantizar que las mujeres efectivamente sientan que las cooperativas son un canal adecuado para participar (1.2).
Políticas públicas y economía solidaria. Otro eje fundamental. Gran parte de la tarea de la ACI es ayudar al trabajo de nuestras asociadas a incidir sobre los Estados. En este terreno también hay que innovar.
Un punto específico, sobre el que tenemos mucho interés en avanzar, es en estrategias innovadoras para el trabajo conjunto con los gobiernos locales.
La pandemia nos ha demostrado que las mayores fragilidades sociales se subsanan a partir de la construcción de redes locales. Y en esto es vital trabajar con los municipios y alcaldías. (1.5 y 4.5).
Finalmente, el último eje de investigación que quiero comentarles, es un tema que hemos trabajado mucho, pero sobre el que aún no logramos el impacto que las circunstancias requieren: me refiero a la educación cooperativa.
Estamos convencidos de que, si queremos construir una economía en base a la cooperación, debemos educar para la cooperación. Es necesario que identifiquemos las buenas prácticas para lograr el objetivo de que la educación cooperativa sea parte de la formación en los colegios primarios y secundarios, y en la formación de los técnicos y profesionales. (1.3)
Estos son los principales ejes que queremos discutir en la ACI, rumbo a nuestro Congreso Mundial. Son los ejes que entendemos estratégicos para poder acompañar con eficacia nuestra propuesta de que el motor en la economía en la postpandemia sea el cuidado de las personas y el ambiente.
Nuestra propuesta no es detener la economía. Nuestra propuesta es direccionar el trabajo y las inversiones en el sentido que los Objetivos de Desarrollo Sostenible requieren. Y si se trata de trabajar e invertir haciendo eje en las personas y en el ambiente, estamos seguros de que la Economía Solidaria tiene los mejores modelos. Ese es el reto.